Opinión

Corrupción y mujeres

Corrupción y mujeres

La corrupción afecta sobre todo a los grupos sociales más vulnerables y dentro de este encuadre, a las personas más pobres, las mujeres en cualquier etapa de su vida, los niños y niñas, y en general, las personas envejecientes, es decir, a quienes se convierten en invisibles para un Estado sin recursos.

Lejos de ser un problema solo moral, la corrupción afecta a toda la llamada democracia y a la soberanía de un país: es pública y privada instalada tanto de la estructura del Estado, como en las jerarquías de las iglesias y en la sociedad; hay personas que corrompen y personas corrompidas; afecta la calidad de vida de la ciudadanía más desfavorecida; crea islas de poder y riqueza escandalizantes; se recicla permanente, causando mucho dolor, desigualdad y miseria. Sin lugar a duda, es un problema social de derechos humanos por los grandes costos sociales y sobre todo, por la impunidad que la acompaña.

En nuestro país, la mitad de la población que somos mujeres, sufrimos el mayor impacto de las acciones de corrupción a través de una desprotección total de parte del Estado dominicano que mantiene compromisos internacionales de apoyo al fenómeno que genera la brecha socio cultural entre los géneros.

Una doble moral aprendida visualizada en el reciente estudio Resultados Exitosos y Aspectos Positivos de Leyes y Políticas sobre Violencia Contra las Mujeres en R. Dominicana, presentado por Oxfam Internacional en nuestro país, basado en entrevistas realizadas a personas relevantes en el tema, del gobierno y de la sociedad civil.

Para el ciento por ciento de estas personas, no existe en el presupuesto nacional la más leve mención al gasto producido por la gran brecha de género, y tampoco presupuestos institucionales, identificados, efectivos y transparentes que permitan asegurar una atención integral, un trato digno a las víctimas y medidas pertinentes para su recuperación y para la prevención.

La falta de recursos, configura un sistema de apoyo que funciona mal y mantiene una alta incidencia de feminicidios mal contados, de violencias basadas en el género contra las mujeres y las niñas, de mortalidad materna, y de desgracias para las más pobres.

Por la costumbre inveterada, no identificamos los actos de corrupción tan fácilmente. Un ejemplo, no es acaso corrupta la presión de las iglesias al Congreso con amenazas para que no legislen a favor de las mujeres?

Y es que, una cultura basada en mitos nos mantiene en la doble moral y nos impide mirar con claridad!

El Nacional

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