Opinión

Criminalidad selectiva

Criminalidad selectiva

Nada más y nada menos que varios congresistas se pronunciaron públicamente a favor  de que la policía nacional asesine a ciudadanos que, al decir de tales funcionarios electivos, son criminales. Digo asesinar con toda la seguridad de que uso la palabra correcta porque, en ese contexto, de eso se trataría, ya que la muerte se produciría con premeditación y asechanza.

 Declaraciones tan destempladas causan mayor irritación por la procedencia de sus autores, que son precisamente quienes hacen las leyes y están compelidos a dar el ejemplo en su acatamiento y, por el contrario, incurren en el descaro de proponer que sean vulneradas. Es el colmo del absurdo y la desfachatez.

 Lo que más rabia genera este despropósito es el hecho de que todos podemos tener la certeza de que se trata de una específica e interesada criminalidad a la cual se refieren los que debieran intentar merecer el calificativo de honorables. Es aquella en la que se ven involucrados marginados sociales, esos contra quienes resulta muy fácil ensañarse y simular que se tiene un compromiso serio contra la criminalidad.

 Esos mismos bravucones se tornan indiferentes, cobardes y sumisos si se trata de otro tipo de criminalidad, aquella que le resulta bastante más onerosa a la nación porque involucra millonarias sumas de dinero esquilmadas al patrimonio público en desmedro de tanta pobreza, la cual es  perpetrada por quienes disponen de mecanismos para operar al margen de dispositivos legislativos ante los cuales son indemnes. Esos, lejos de los señores diputados denunciarlos y propugnar porque los asesinen con alevosía, son sus protegidos y con quienes procuran alianzas y apoyos para preservar curules que solo sirven para que el Estado erogue fondos para mantener parásitos.

 Al menos debieran, si es que les resulta imposible actuar con cierto nivel de decoro ante algo tan elemental como postular por la aplicación de las leyes que imponen, tener el tino elemental de cerrar las bocas ante tanta inmundicia y ahorrarnos el tiempo gastado en denunciarlos.

 Esos legisladores, inútiles para cualquier cosa positiva, ni siquiera se percatan de que entre sus funciones está fiscalizar el uso de los fondos por parte de los funcionarios del gobierno y en vez de propiciar el deseable equilibrio entre dos poderes del Estado que  deben ser contrapeso el uno del otro, son simples cajas de resonancia que cuando se deciden a hablar no hacen más que decir sandeces como el caso comentado.

El Nacional

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