Editorial

Crispación

Crispación

El abuso con los precios del transporte de pasajeros, los medicamentos y muchos productos de primera necesidad, que no acaban de bajar ni siquiera ante las presiones de las autoridades, más la crisis en el suministro de electricidad y frecuentes problemas con el agua irritan tanto como la crisis de autoridad que desdibuja la problemática.

Ahora no se sabe si las amenazas y acuerdos para bajar los precios, más de manera simbólica que real, ha sido parte de un juego para engatusar a los sufridos e impotentes consumidores. Pero la indignación es todavía mayor ante el alza que, por el contrario y sin razón alguna, han experimentado los medicamentos, entre un 10 y un 18 por ciento, y otros artículos de primera necesidad.

Las autoridades, lejos de proteger a los consumidores, se han quedado en blablablá. La Oficina Técnica de Transporte Terrestre (OTTT) no pasó de una simple amenaza, aunque contaba con el apoyo decidido de la opinión pública, cuando advirtió que cancelería las rutas e incautaría los vehículos a los choferes que no redujeran 2.00 y 5.00 pesos a los pasajes.

Los choferes, como han hecho otros sectores, se comprometieron a acatar la resolución, pero fue sólo para que no se diga, porque en la práctica mantuvieron inalterable la tarifa. Ni siquiera la rebaja a partir de esta semana en los precios de los carburantes los inmutó, dejando en el ridículo a las autoridades.

En los colmados no ha bajado uno solo de los artículos que anunció la directora de Pro Consumidor, uno de esos organismos creados para proteger a los usuarios pero que, en la práctica, no es más que otro ente burocrático. Es el momento para demostrar que su función no es decorativa, interviniendo con energía y eficacia para acabar con el desorden en los precios que tanto indigna e irrita a la gente.

Con el problema de los precios del transporte de pasajeros y de carga, los medicamentos y alimentos, más la evidente crisis de autoridad y problemas tan grave como el de la electricidad cualquiera piensa que puede faltar poco para el apocalipsis, sin necesidad de que se agregue la frecuente escasez y la mala calidad del agua y enfermedades como la conjuntivitis y el dengue.

Aunque no se traduzca en protesta callejera, salvo en los casos de algunos pueblos que no aguantan más, la atmósfera social, ante el desamparo, los abusos y la irresponsabilidad, es de impotencia y crispación. Y no es para menos ante la amalgama de conflictos que en lugar de despejarse no hacen más que acumularse.

Alguien tendrá que ponerle el cascabel al gato.

El Nacional

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