Opinión

CRÓNICA DEL PRESENTE

CRÓNICA DEL PRESENTE

A nuestro regreso a la ciudad capital, desde San Francisco de Macorís, retornamos al barrio San Juan Bosco, en el cual habíamos residido cinco años atrás cuando papá, ascendido a capitán, pasó a ser capitán jefe de instructores del Ejército y subdirector del Centro de Enseñanza. La calle Martin Puchi, de apenas tres cuadras, y la Cachimán, de la misma longitud, son realmente el corazón de San Juan Bosco. Al frente de la casa que vinimos a ocupar, del lado norte, estaba el colmado de don Alfonso Roquel, progenitor de una numerosa familia de hombres y mujeres, apreciados y respetados en el barrio y al frente nuestro, en la misma esquina, vivía la familia apellido Pimentel, de la cual eran miembros dos mujeres muy hermosas contemporáneas de nuestra hermana Mercedes que se llamaban Dinorah y Miledys. La más joven, Miledys, poco tiempo después comenzó a impartirnos clases de matemáticas.

Esa familia Pimentel, de origen banilejo, era pariente cercana, creo que primos hermanos, de Huáscar Tejeda Pimentel, quien participó en el ajusticiamiento de Trujillo, y a quien el autor de esta columna conoció en su juventud cuando era estudiante de ingeniería y visitaba a su familia. Dinorah, la mayor, era una de las mujeres más bellas de la capital. Al lado de la casa de las Pimentel vivía Ramón de Luna, nuestro amigo de infancia, quien fue después un destacado tenor. Entre otros amigos del barrio estaban Bienvenido Pimentel, de origen banilejo también, que sería después un eminente medico que murió en Canadá o  Estados Unidos; los hermanos Tirado, entre los cuales estaba Rafael, médico y gran atleta, y sus hermanos; los miembros de la familia del capitán Celso Carlo, amigo de nuestro padre, aunque de mayor edad, que Trujillo había excluido de las filas del Ejército considerándolo enemigo solapado. Los varones de esa familia contemporáneos míos eran Tito y Papo, y las hembras de mayor edad eran mujeres muy hermosas.

Vecinos de los Carlo estaban los Tejera López, Cheché y Armando, y el mayor, contemporáneo con mi hermano Mario Cesar, a quien llamaban Juaniboqui, fue años después uno de los mejores pilotos de la Fuerza Aérea Dominicana, ostentando el rango de general. Para esa época Trujillo comenzó a traer aviones modernos de combate, sobrantes de la Segunda Guerra Mundial. Bombarderos Mosquitos canadienses, de gran efectividad durante la guerra; los Lightning P-38 de doble fuselaje. También comenzaron a llegar aviones de otros tipos que terminaron convirtiendo la Aviación Militar Dominicana (AMD), aún dependencia del Ejército Nacional, en la más poderosa fuerza aérea del Caribe y Centroamérica. Trujillo se había convertido, como lo calificó el guatemalteco Clemente Marroquín Rojas, en “Monarca Sin Corona del Caribe”.

Para 1946 J. Arismendy Trujillo, Petán, había trasladado, a la ciudad capital, la emisora que fundó en Bonao, y que bautizó “La Voz del Yuna”; instalándola en la calle La Guardia, entre la Barahona y la José Dolores Alfonseca, que hoy tiene el nombre de José de San Martín.

El Nacional

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