Opinión

CRóNICA DEL PRESENTE

CRóNICA DEL PRESENTE

La gran epopeya

 

No sabemos las veces que desde antes del levantamiento militar constitucionalista, de abril de 1965, habíamos afirmado y ratificado en las aulas de las escuelas y de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que la gran epopeya del pueblo dominicano, en toda su historia lo constituye, el levantamiento y la resistencia contra la ocupación española, que se había establecido en el territorio de nuestra nación a partir de marzo del 1861, cuando Pedro Santana, el gran traidor, permanente y eterno de nuestro pueblo, proclamó la anexión como provincia de ultramar de la República Dominicana, a la Monarquía Española. No solamente es Pedro Santana, el gran traidor de ese hecho bochornoso, sino también sus cómplices nacidos aquí, y la insensatez política, del gobernador y capitán general de Cuba, Francisco Domínguez, quien desde su posición motorizó ese hecho absurdo. La Restauración de la República, es uno de los episodios militares y políticos más dramáticos y admirables en la historia americana.

El sábado pasado, conmemoramos y celebramos el ciento cincuenta y un aniversario de la Restauración, acción iniciada el 16 de agosto del 1863, en el Cerro de Capotillo, ubicado en la frontera entre Haití y nuestro país, cuando un grupo de patriotas, encabezados por Santiago Rodríguez, Benito Monción y José Cabrera, izó la bandera tricolor, confeccionada a mano por Huberto Manzán, oriundo de una de las islas del Caribe y padre de una distinguida descendencia del municipio de Montecristi. A esta acción dieron su apoyo inmediato de este lado de la frontera, Pedro Pimentel, José Cabrera, Juan de la Cruz Álvarez, y otras figuras distinguidas e inolvidables de ese episodio. Más tarde, después de la Batalla de Santiago, cuando Gaspar Polanco se había incorporado al movimiento, aparecieron figuras distinguidas de la región del Cibao y del Norte, entre las cuales la más destacada, sin duda alguna, fue el joven Gregorio Luperón, con apenas 22 o 23 años de edad.

Los Jefes políticos, en la primera etapa, del Movimiento Restaurador fueron José Antonio Salcedo (Pepillo) y Gaspar Polanco, este último que había servido por más de dos años como oficial de las tropas de la Monarquía Española. El tercero y último de los jefes políticos de la Restauración, porque ejerció al igual que Pepillo Salcedo y Gaspar Polanco, la presidencia de la República, fue Pedro Pimentel, que los convirtió en jefes políticos y militares del ejército restaurador. Gaspar Polanco y Pedro Pimentel, apenas son recordados por esa caballería de ignorantes, aventureros, intelectuales y veletas de todos los tiempos, ignorando que entre esos tres presidentes solamente Pedro Pimentel, obtuvo el reconocimiento de los jefes militares españoles, como un hombre de acción imbuido de un profundo sentimiento patriótico que se resumía en decir que frente a España la única decisión que había era, “que el territorio dominicano fuera abandonado sin condiciones de ninguna clase”.

El 12 de junio del 1865, las tropas españolas abandonaron territorio después de una derrota que puso en ejecución a plenitud el método de la guerra irregular, conocida hoy con el nombre de guerra de guerrillas, consignada en lenguaje militar, magistral y eterna, por Ramón Matías Mella, en la circular de fecha 26 de enero de 1864, este método fue llevado a Cuba por los maestros dominicanos, que enseñaron a pelear al pueblo cubano. Eterna será siempre, la soberanía del pueblo dominicano, heredada de los próceres y héroes de la Restauración de la República.

El Nacional

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