Opinión

CRóNICA DEL PRESENTE

CRóNICA DEL PRESENTE

Euclides Gutiérrez Félix

Juan Pablo Duarte

 

El 26 de enero del 1813, en pleno proceso del período de la España Boba, nació en la ciudad de Santo Domingo, Juan Pablo Duarte y Diez, hijo de Juan José Duarte y de Manuela Diez Jiménez. En los momentos del nacimiento de Juan Pablo habían transcurrido tres años que se habían iniciado las guerras de independencia de las colonias españolas del continente Americano, en un escenario gigantesco que abarcaba desde el Río Bravo hasta el estrecho de Magallanes. Desde el virreinato de Nueva España, que más tarde sería el Estado Mexicano, hasta el virreinato del Río de la Plata que luego sería Argentina y Uruguay, corrían vientos de igualdad y justicia que generaron la revolución francesa, a partir del 1789.

La situación económica acomodada del padre de Duarte, le permitió educarlo desde pequeño en un medio en el cual los conocimientos eran patrimonio de una minoría. En el hogar recibió las primeras lecciones y es posible que su madre lo alfabetizara y le encaminara con las lecturas propias de su edad. Siendo un adolescente y acompañado del señor Pablo Pujol, salió vía Estados Unidos de América, Inglaterra y Francia rumbo a Barcelona, lugar donde realizaría estudios. Poco se conoce de Duarte. Lo que es cierto es que no realizó estudios de ningún género. No se conoce título profesional alguno ganado por él en aquella ciudad en la cual residió. Para 1831 ó 1832 aparece de nuevo en Santo Domingo y trabaja en el negocio de su padre; realiza una intensa vida social y es testigo de matrimonios, apadrina bautizos y asiste a reuniones de carácter social. Esa vivencia de la sociedad es lo que le permite percibir que existe un sentimiento patriótico que rechaza la presencia de los haitianos en nuestro país.

El mérito de Duarte, como patriota y como político organizador, estriba fundamentalmente, es que supo interpretar el momento histórico que vivía la sociedad dominicana, renuente en sus capas más decisivas a aceptar la dominación haitiana. Duarte tenía un definido concepto de la nación dominicana y de sus integrantes. Algunos, empeñados en compararlo con Jesucristo, Bolívar y Martí han pasado por alto, apegados a un criterio romántico y subjetivo, ese aspecto tan importante de su sensibilidad patriótica y social. Duarte no fue un militante político sino un patriota idealista, incorruptible, coherente en su posición republicana, no regresó al país a tomar parte en las luchas internas partidarias de la nación. Actuó como José de San Martín. No como Simón Bolívar, Washington, Jefferson, Morelos o los grandes jefes de la independencia de Haití.

Fue un hombre de carne y hueso, humano, sensible, dedicado, honesto y con gran valor cívico y un profundo amor a su patria que se manifestó dramáticamente, cuando en 1864, enfermo y viejo regresó para defender la soberanía mancillada por la traición de Pedro Santana. Hoy ciento setenta años después, la obra concebida por él, Fundador de la República, no ha podido ser completada y se ve la soberanía de la nación, ahora, en estos momentos, amenazada, no solamente por el conglomerado humano que tiene el nombre de Haití, sino por la agresión atrevida e irrespetuosa de tres de las naciones más poderosas del mundo: Estados Unidos de América, Canadá y Francia. El pueblo dominicano tiene un compromiso y una deuda, ambas contraídas mientras exista como nación, con los hombres y las mujeres que se han sacrificado por ella y particularmente con Juan Pablo Duarte.

El Nacional

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