Opinión

CRÓNICA DEL PRESENTE

CRÓNICA DEL PRESENTE

Euclides Gutiérrez Félix

 

¡La pelea es peleando!

 

Hace tiempo que el autor de esta columna utiliza, de manera permanente, la consigna que encabeza nuestro trabajo de hoy: ¡La pelea es peleando! Y si la memoria no nos traiciona la escuchamos por primera vez en el año de 1945, con apenas nueve años de edad, cuando empezamos a vivir en la ciudad de San Francisco de Macorís, a donde se había trasladado nuestra familia a residir, porque nuestro padre, capitán del Ejército Nacional, había sido cancelado de esa institución por disposición expresa y personal de Rafael Trujillo Molina, presidente de la República y comandante en jefe del Ejército, quien había dado visos de aceptación a la acusación falsa, de absoluta falsedad, que le había hecho llegar en una exposición su hermano Aníbal Trujillo Molina, años atrás, de que nuestro padre era enemigo de la familia Trujillo. Realmente esa mentira fue el pretexto del cual se agarró Trujillo para cancelar a nuestro padre cuando desempeñaba la función de capitán comandante en el municipio Loma de Cabrera, provincia Dajabón.

Fuimos a vivir a San Francisco de Macorís porque Héctor B. Trujillo Molina, alias Negro, secretario de Estado de Guerra y Marina, contemporáneo de nuestro padre y su protector, pidió al senador por la provincia Duarte, doctor Armando García Jiménez, rico profesional y poderoso terrateniente en la producción de cacao, que se llevara a nuestro padre lejos de Santo Domingo, hasta que pasaran los efectos del chisme que habían hecho llegar al jefe. “La pelea es peleando”, la escuchamos en la escuela primaria de varones “El Salvador” que dirigía una gloria del magisterio dominicano que se llamaba Eugenio de la Cruz, alias Genguito, y esa consigna era muy propia de los niños y adolecentes de una comunidad como la francomacorisana, conocida y respetada como la cuna de hombres valientes y agresivos.

Desde entonces a través del largo proceso de nuestra vida, en la ciudad capital, como más tarde, poco tiempo después en Montecristi, a partir de 1946, fue el banderín permanente para poder ser respetado en las escuelas públicas del Estado en las cuales nos educamos. Ahora, más que nunca, es necesaria tenerla presente y repetírsela cuantas veces sea necesario a nuestras compañeras y compañeros del Partido de la Liberación Dominicana, que tiene muchos años gobernando al país ejecutando el mandato que por votaciones mayoritarias ha recibido de nuestro pueblo, realidad que tiene desconcertados, confundidos y más que confundidos, aterrorizados a nuestros adversarios, realidad que los obliga, porque no son políticos profesionales, a recurrir de manera diaria permanente y abusiva, a la mentira, calumnia y difamación de los funcionarios del Gobierno, sin importar la jerarquía, comenzando por el ciudadano Presidente de la República y siguiendo por la mayor parte de otros funcionarios, víctimas del irrespeto y la desconsideración.

No son mentiras las acusaciones que estamos haciendo en términos generales. La naturaleza de nuestra concepción del ejercicio de la vida política, avalada por más de 40 años en el magisterio, y el ejercicio de la profesión de abogado, nos impide utilizar la mentira, la difamación y la calumnia como armas de lucha en el escenario político. Que mientan, difamen y calumnien nuestros adversarios y nuestros enemigos, comenzando por aquellos que son agentes a sueldo de servicios y organizaciones internacionales que tienen como misión destruir la reputación de los funcionarios públicos que no son sus servidores: ¡La pelea es peleando!

El Nacional

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