Opinión

Crono piando

Crono piando

Antes fue el pepino, ahora es la soja, mañana podría ser la berenjena. Declaran los expertos y aseguran los medios que “se apunta a la soja como origen del brote de E.coli”.

Ni siquiera le cabe el presunto. Si los sesudos magistrados no encuentran indicios suficientes en la lechuga o resulta cierta la coartada del tomate, todo apunta a que el origen, para no hablar de la culpa, es de la soja.

La naturaleza no da tregua y persiste en su inhumana campaña por contradecir nuestro progreso.

Las vacas decidieron contagiarnos su locura, las aves infectarnos su gripe y, como parte que son de ese contubernio animal que rechaza nuestro desarrollo, nos llegó también la fiebre aftosa cuando los ovinos se sumaron a la agresión. Los cerdos no tardaron en agregar los piensos a su porcino inventario de agravios con que disculpar amenazas y estragos, mientras los pollos aportaban sus hormonas al caos alimenticio, confabulados todos en el único y artero propósito de desmentirnos, de desautorizar nuestro estilo de vida.

Y los productos del campo y los animales cuentan con aliados naturales en esa agresión desatada contra nuestro progreso.

Incontroladas, las maléficas fuerzas de la naturaleza envenenan la tierra, contaminan el aire, aumentan el calentamiento del planeta…

Ríos desaprensivos deciden un mal día retomar su viejo camino, su curso natural, y llevarse por delante vidas y viviendas; montes desvergonzados optan, de repente, por derrumbarse, so pretexto de haber sido horadados, sepultando personas y bienes… Terremotos, tsunamis, inundaciones, tornados… La naturaleza amenaza la vida.

Y por si no bastara con su desoladora violencia, tienen como cómplices a unos cuantos depravados, supuestos racionales, que mientras siguen sin condenar la locura de las vacas, repudian la cordura del mercado; que al tiempo que defienden la gripe de las aves, rechazan la salud del negocio; que justifican, incluso, a la medusas por asesinas y a los mejillones por emigrantes y que, sobre todo, insisten en señalar a nuestro idílico modelo de desarrollo como origen, único origen, de todas las desgracias.

El Nacional

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