Opinión

Cronopiando

Cronopiando

¿Dónde está Aurora Wiwonska?

Pronto van a cumplirse siete años desde que un siete de diciembre la joven dominicana Aurora Wiwonska Marmolejos, según declarara su marido, a las 11:00 de la noche y luego de una discusión, se quitara los zapatos y, descalza, echara a correr.

Aurora y su marido habían acudido a una fiesta navideña organizada por la empresa en la que ella trabajaba, pero ciertas desavenencias los llevaron a abandonar el local antes de lo previsto. Ya en la calle, mientras él llamaba a un taxi, Aurora tomó esa repentina decisión que seis años más tarde todavía la tiene corriendo por las calles de Santo Domingo sin que nadie la haya visto o sabido de ella.

Nada se llevó en su frenética carrera, ni un pasaporte, ni dinero, ni una maleta con ropa ni una fotografía de su hija, nada. Tampoco se despidió de nadie, ni siquiera de su marido, la última persona que la viera con vida. Simplemente se quitó los zapatos y echó a correr.

Y corriendo ha cruzado, desde entonces, su menuda figura frente a todas las comisarías de Policía de la ciudad que no la vieron nunca, que nunca la han sabido; corriendo ha ido dejando atrás pesquisas inconclusas y reportes a doble espacio; siempre corriendo, Aurora Wiwonska atravesó un original y tres copias, dio la vuelta a un formulario verde, recorrió sin detenerse cuatro informes anexos, dos sellos gomígrafos y algunas presunciones, incansable al desaliento, sin que la detuvieran los indicios, ni las legítimas sospechas. Corriendo le ha pasado por el lado a tres pruebas periciales, ha dejado atrás los experticios, ha cruzado indagatorias y testigos que sirvieron al menos para saber que aún corre, que Aurora Wiwonska tiene siete años corriendo.

No la ha visto la jueza que dictaminó su olímpica odisea por calles y avenidas de Santo Domingo, como si desaparecer en la República Dominicana fuera un ejercicio común e impune que no requiere más averiguaciones.

No la ha visto la Policía, nadie la ha vuelto a ver, tampoco su hija, siete años después.

A tumba abierta, cuesta abajo, se lanzó la joven dominicana por las calles de Santo Domingo en medio de la noche, hasta ella misma olvidarse de sus pasos, luego de quitarse los zapatos, tal vez, para no hacer ruido.

Aurora ignoraba que una mujer no tiene que descalzarse para no hacer ruido. Le basta con aportar su condición de mujer. Por ello tiene Aurora Wiwonska siete años corriendo. Tantos como la impunidad de su silencio.

El Nacional

La Voz de Todos