Opinión

Cronopiando

Cronopiando

No siempre las imágenes valen esas mil palabras que les suponía aquella vieja máxima, enemiga declarada de la voz.

Asomarse al país desde la distancia, pretender entrar a Santo Domingo a través de un periódico digital, no necesariamente te acerca a tu destino. Pasas de la estación del Metro recién inaugurada al desvencijado concho urbano en ruta por la Gómez, del vendedor de chinas al experto economista, de los vacíos escaños del Congreso al repleto pasillo de cualquier hospital, del último intercambio de disparos a la derrota del Licey… y sientes que hay algo que falta, algo que no está y que, también, explica la realidad con la misma o mayor precisión que las imágenes.

Cambias de sección y te encuentras con su eminencia presente en la recepción de la embajada, y un titular más lejos, con las modelos camino de la gala del Teatro Nacional mientras en  Los Alcarrizos entierran a un menor al que una bala perdida sorprendió en su cuna…y sigues echando en falta algo, algo que no encuentras y que, igualmente, vale mil imágenes aunque no haya máxima, ni vieja ni nueva, que quiera confirmarlo. Y es que no hay sonido. Las imágenes se han quedado mudas y la película no tiene su imprescindible banda sonora. Falta la verborrea incontenible de la alfombra roja y sus cronistas, falta el estruendo de las plantas eléctricas acompañando el apagón, faltan las maldiciones de los enfermos reclamando asistencia, faltan los bostezos de sus señorías justificando el tedio, faltan los decibelios de la calle asaltando peatones, faltan los martillazos de los talleres alborotando aceras, faltan las carcajadas de los tantos impunes, faltan las sirenas ululando presagios y amenazas, faltan los gritos y las lamentaciones velando muertos en las carreteras, falta el merengue y la bachata que aturda el juicio que aún persista, falta esa bulla que algunos reivindican como emblema patrio, falta la estridencia de las tragaperras, falta el escándalo de los tubos de escape de las motocicletas, falta la algarabía de los parques transformados en circos, falta el repique de vergüenza por otra mujer muerta a manos de un macho nacional, falta el tintineo de los beneficios que deparan las arcas del Estado, faltan los bocinazos de los muchos animales al volante, faltan las fanfarrias de los embaucadores, el raspao del concón en las cocinas, los ladridos del hambre en las trastiendas… Falta que el pueblo se deje ver y oír, falta que el pueblo sea. 

El Nacional

La Voz de Todos