Opinión

Cronopiando

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Aún hay quien piensa que la amnesia es una enfermedad mental, una grave dolencia que, sea como consecuencia de lesiones patológicas o seniles,  provoca la pérdida de la memoria.

Así de injusto es el juicio de la gente y de equívoco el diccionario.

La amnesia, y quien la disfrute me dará la razón, es uno de los más preciados bienes de los que disponemos los seres humanos.

Gracias a ella, los más repugnantes crímenes quedan relegados al silencio, a buen resguardo en archivos oficiales del rumor de las esquinas, para que puedan blanquear los asesinos sus oscuros expedientes y seguir aplaudiendo la sociedad sus virtuosas trayectorias, que ya se ocupará la amnesia de transformar al ladrón en probo, al canalla en benemérito, al pecador en santo, y al mentiroso en periodista.

La amnesia observa la propiedad, además, de que una sola dosis es capaz de vacunarnos contra cualquier posible suspicacia y, como se contagia,  al conjuro de unos cuantos ilustres eruditos en las artes de la infamia, podemos los demás recuperar nuestra apacible existencia.

No hay crimen, por execrable que parezca, que no pueda la amnesia relegar al insoluble olvido; no hay robo, por más evidencias que lo delaten, que no sepa la amnesia convertir en honesto patrimonio; no hay patraña, por más burda que resulte, que no alcance la amnesia a transformar en patria historia.

Ni siquiera es preciso que el tiempo, que hasta lo indeleble desvanece, borre los vestigios del crimen porque antes, incluso, de que seque la sangre, ya el asesino será aclamado como santo varón y elevado a la gloria.

Y son tantos los impunes delincuentes fungiendo de demócratas caudillos, que ni siquiera nos queda a los humanos la esperanza del cielo en la otra vida, que ni a la derecha de Dios íbamos a estar tan bien acompañados.

El Nacional

La Voz de Todos