Opinión

¡Cuando el Espíritu Santo es desplazado!

¡Cuando el Espíritu Santo es desplazado!

¿Siguen las causas antiguas e históricas actuando en nuestras relaciones actuales entre las distintas iglesias cristianas? Y aún dentro de la misma Iglesia Católica, ¿son los antiquísimos diferendos cristológicos o pneumatológicos los que aún hoy influyen tremendamente en nuestros modos de ser o hacer Iglesia?

Espiritualmente, el Concilio Niceno y su Cristología (325) está mucho más cerca de nosotros que lo que pudieran permitir los 1664 años que nos separan en el tiempo. Y algo semejante cabe decir de la Cristología y Eclesiología violentamente debatidas, hasta con guerras religiosas y no sólo con Concilios, entre Lutero y la Iglesia y entre Calvino y la Iglesia a todo lo largo y ancho del siglo XVI.

I.- La misión y funcien que Cristo confiara al Espíritu Santo en la constitución y continuación de la Iglesia tal como consta en el evangelio de San Juan, en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas Apostólicas, sobre todo las paulinos, es algo que fue magnífico y brillante en los tres primeros siglos de la Iglesia: centrada en la Palabra de los Apóstoles y sus Sucesores que la asumían; organizada en comunidades; con una iniciación cristiana (bautismo, confirmación y primera eucaristía) impartida a adultos que libre y voluntariamente aceptaban el Mensaje y proclamaban su fe en Cristo Salvador aún a costa de sus vidas y de sus cosas. Una iglesia “comunitaria” en la que cuentan las “personas” ante todo y en la que “la organización” va surgiendo lenta y progresivamente de abajo para arriba en forma de “ministerios” que tratan de agrandar y especificar cada día más los “servicios” prestables a cada día mayor números de personas. Y los “ministerios” no son monopolio de los hombres sino que también existen “ministerios femeninos”: evangelistas, profetisas, viudas diaconisas, vírgenes. Una iglesia que, aún cuando hasta primeros del siglo II solamente poseían como Biblia el “Antiguo Testamento”; sin embargo lo leían como un libro profético que anunciaba la venida de Jesús. Pero Jesús, el señor y salvador, les estaba siendo presentada por el testimonio oral de los Apóstoles y sus sucesores. Y sería ese Testimonio el que, a lo largo del siglo II, se iría convirtiendo en “Nuevo Testamento”, seleccionado con aquellos dichos y escritos de los auténticos testigos. El Espíritu Santo tuvo que trabajar duro en las “comunidades” del siglo II para desintoxicarlas de tanta literatura ofrecida como auténtica palabra de Cristo; pero no transmitida por “sus testigo”, sino por sus falsarios imitadores o traficantes. Ese fue el papel valiente y magistral realizado por hombres como Ireneo ( ), Orígenes (185-263), Cipriano (200-258).

II.- Lamentablemente, esa Iglesia “pueblo de Dios”, comunitaria y en la que “todos” podían y debían ser sujetos de dones y servicios se vio amenazada claramente, en el curso del siglo II.

El Nacional

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