Reportajes

Cuando la cultura se teñía de sangre y se gestó el complot contra el Club Mauricio Báez

Cuando la cultura se teñía de sangre y se gestó el complot contra el Club Mauricio Báez

Debo hablarles de una película épica, en la cual pasé de héroe a villano, mientras Leo Corporán se cubría con el manto de la gloria. Pero comenzaré, primero, presentándoles el panorama previo, pues todo aquello fue el reflejo de una época. Todo comenzó cuando fundamos, junto a Eduardo Oller, Alfredo González y Adriano de la Cruz, la primera organización cultural de nuevo tipo, luego del ajusticiamiento de Trujillo: el Club Estudiantil de Jóvenes Amantes de la Cultura (CEJAC), en enero de 1962, en el colegio Sánchez Ramírez, de la calle Peña Batlle, frente al cine Cometa. Ese fue el año del extraño suicidio de Marilyn Monroe (https://www.youtube.com/watch?v=LVEu0LbxYlI).

Eran los tiempos en que, desde distintos lugares de los barrios más populosos de la ciudad, la juventud progresista y pobre, llegaba a pie, como una procesión, a la biblioteca Froilán Tavárez, dirigida por el poeta Juan Sánchez Lamouth, en la Teniente Amado García a esquina Duarte, a hacer cola para leer los libros que no podíamos comprar.

Cuando el CEJAC se trasladó a la escuela República Dominicana, se integrarían muchos otros (no recuerdo a Leo aquí), entre los que se encontraban: Eddy y Radhamés García, Teófilo Rodríguez, Ramón Emilio Colombo (Boboche) y Pedro Caba.
También, Rafael Reyes Jerez, César Pina Toribio, Víctor Hugo López, Juan Linvar y Tomás Montás.
Además, César Pérez Núñez, Diógenes Céspedes, Frank Fuentes. y muchos otros.

Antes, los clubes eran estrictamente recreativos. A partir del CEJAC las actividades se centraron en las luchas por el desarrollo de la cultura popular y contra los remanentes del trujillato.

Al pasar los años, estas organizaciones se convertirían en un movimiento colosal de lucha por las libertades públicas y la democracia, sobre todo, durante los funestos “12 Años”, una época terrible, pero durante la cual avanzábamos firmes, buscando manos que estrechar. Entre estos clubes recordamos al Gastón Fernando Deligne, Enriquillo, Movimiento Cultural del 63, Oscar Santana, Varias Luces, Jaragua, Luperón, Héctor J. Díaz, Los Cachorros, Ensanche Espaillat, Rafael Leonidas Solano, Renacer, La Fe, Salomé Ureña, Máximo Gómez, Bameso, San Antón, Sal Lázaro, Los Nómadas, Yolanda Guzmán, Villa Duarte, Villa Faro y muchos otros, particularmente, el Mauricio Báez.

El instrumento principal que utilizaban eran las charlas, donde se invitaba a un intelectual o experto a teorizar sobre los asuntos que interesaban a la causa democrática del pueblo. Asimismo, los clubes disponían de grupos de poesía coreada, de teatro y ballet folclórico.

En el ámbito de la literatura surgieron el Movimiento Cultural Universitario (MCU), El Puño, La Máscara, La Isla, La Antorcha, La Roca, Amidversa, La Roca y otros.

De ese entonces, merecen especial mención los grupos de la UASD: Rondalla, Coro y Teatro, bajo la orientación de Máximo Avilés Blonda, Milagros Ortíz Bosch, Marcio Veloz Maggiolo y Luís Frías Sandoval.
Quizás, el elemento de más envergadura lo constituyó el teatro, siendo uno de los grupos principales “Nuevo Teatro”, fundado por Rafael Villalona.

Aún más cerca del pueblo estuvo el venezolanoRómulo Rivas, quien desarrolló una labor tan positiva y fértil que aún perdura, a través de “Gayumba”, “Gratey” y otros.

Esta labor la había iniciado Franklin Domínguez, con sus obras “Tribunal de Confiscaciones” y “Se busca un hombre honesto”. Y la continuaron Salvador Pérez Martínez, con su “Teatro Rodante”; Rubén Echavarría, que presentó “La obra que no tiene nombre” y Don Rafael Gil Castro, quien puso en escena obras de la talla de “Las Manos de Dios”, “Un tal Judas” y “La zorra y las uvas”, donde se destacó Fernando Cristóforis.

Muchos otros grupos de teatro florecieron durante ese período, entre los que citaremos al “Teatro Ambulatorio Experimental (TAE)”, dirigido por Giovanni Cruz; el Texpo, de Ignacio Nova; “Hombre-Escena”, de Ángel Mejía, el grupo de la UCMM, dirigido por Eduardo Zayas, el grupo del MCU, que dirigía Joseph Cáceres; “Teatro Folkórico Dominicano”, dirigido por Jaime Lucero y los grupos “Tetraico”, y “Proyecciones”, que dio a luz las “Jornadas de Teatro Callejero” y varios musicales, donde se dio a conocer por primera vez a Julio Sabala.

En las artes plásticas también aparecieron grupos que hicieron grandes aportes, destacándose principalmente “Proyecta” y el grupo “Friordano”.

El cine fue representado por el “Comité Pro Instituto de Estudios Cine matográficos” (CINEC) y “Cine Militante”.
La nueva canción también levantó banderas por la causa, principalmente, los grupos “Expresión Joven“, “Nueva Forma” y “Convite”. El climax de este movimiento fascinante lo constituyó el festival “7 Días con el Pueblo”, que nos permitió sonreír en medio de las lágrimas sin saber que, después de aquellos años, los días y las noches nunca más volverían a ser iguales.

Pero había serias contradicciones, pues los partidos se enfrentaban en terribles luchas intestinas por el control de los frentes de masas, en particular también en el frente cultural, siendo el club “Mauricio Báez”, dominado por el “14 de Junio”, una de las presas más codiciadas… Principalmente por el PCD –que era mi partido en aquel 1967, cuando secuestraron y asesinaron a Guido Gil (https://www.youtube.com/watch?v=DQBL2IDjsiA).

Sí, ese año fue marcado por la tragedia y la sangre. Por la muerte y el luto. Por el miedo. Y la aflicción. Fue un tiempo inclemente, cuando lo mejor de nuestra juventud dejó colgando en la pared todos sus sueños, en cuadros de Ada Balcácer, Ramírez Conde y Silvano Lora. En imágenes de Ramón Oviedo, Asdrúbal Domínguez y Leopoldo Pérez (Lepe). Y en fotografías dramáticas de Milvio Pérez y Juan Pérez Terrero, que aún vibran con fuerza entre nosotros, reproduciendo el eco del tiempo que se fue.

En ese tumultuoso año fue cuando, inesperadamente, a nosotros, los del PCD, nos llegó la oportunidad de darle un “capú” fulminante a la gente delclub “Mauricio Báez”. El único problema era que había un muchacho que se interponía en ello: Leo Corporán.

Será en la próxima entrega cuando contaré aquella terrible historia, consciente de que a algunos le será difícil creerla. Y a muchos les llenará de vergüenza.

Lo siento mucho por ellos. Porque yo sí puedo decir toda la verdad.
Yo estaba allí.

 

 

El Nacional

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