Opinión

CUANDO SEA PRESIDENTE

CUANDO SEA PRESIDENTE

Pequeñeces… pero seguir

 

Era Jueves. El día comenzó estando yo en él. Hacía calor, mucho calor y lo sentí trotando en la madrugada mientras me iba ganando la aprehensión por la cita en la tarde con el dentista al que tengo terror desde siempre, lo que se agudizó más cuando ví como Dusty Hoffman era torturado con instrumentos odontológicos por Sir Lawrence Olivier en “Maratón de la muerte”.

Los dos invitados en carpeta para el programa en vivo de “algo más que salud” que presentamos todos los días por el canal 4 a las 9:30 de la mañana, mandaron excusas y en la oficina un cortocircuito dañó la luz de los aires.

Tuve un mal entendido con mi asistente y ya en el primer programa de TV, grabado, la invitada, que nunca había fallado, no llegó, el carro le amaneció dañado y el taxista se extravió. Esas son “trivialidades” que Serrat deja entrever en sus “Pequeñas cosas”.

Aparte de la cita con el odontólogo tenía otra en la mañana que me mantenía ansioso y me hizo perder el sueño desde las 4 de la mañana; el que me había convocado, un caballero de la edad de mi hijo mayor, al nosotros quejarnos y echarle en cara que le habíamos dado más de lo que nos correspondía en un contrato de servicio, me espetó tildándome de mediocre por estar reclamando algo que no se me pidió; mirándome a la cara, ofendido, volvió a decirme mediocre. En lo que se daba esa aciaga reunión un camión distribuidor de refrescos se volcó frente a mi vehículo y gran parte del líquido de las botellas y vidrios fueron a dar en él. Era mi jueves, como lo describe Herman Hesse en “Pequeño Mundo”.

Camino a la casa el vendedor del periódico intentó engañarme con veinte pesos mientras me hablaba que había que cuidarse de los delincuentes. Me devolví a buscar mis 20 pesos.

Un aguacero suspendió el juego de beisbol de mi hijo, nos mojamos juntos (Eso fue bueno), y de ahí para el dentista. Salió el jueves; llegó el viernes y yo seguía en él.

El Nacional

La Voz de Todos