Fui al encuentro con Piedad Córdoba. Orgulloso de su historia, creyéndola honesta en la defensa de sus ideas y fiel, aún, al socialismo, ese de Guevara, de Hugo Chávez, de Ho Chi Minh, el de Mao, el de Camilo, el de Allende, el de Amín Abel, el de Bosch. Sí, aunque no lo crean, el de Bosch, un socialismo puro que para poder pasarlo en el país llamó primero Dictadura con Respaldo Popular y que después envolvió en la oferta de Liberación Nacional que unos alumnos aventajados vendieron por chivos y gallinas. Por eso la convocatoria de la Fundación Juan Bosch, que preside su nieto fue bien recibida por todos. Si el socialismo de Farabundo Martí, Pepe Mujica, Caamaño, el de Omar Torrijos, el de Pedro Albizu Campos, el de Lenin y el de Franklin Franco, quien sentado en primera fila aplaudió a Piedad para serle fiel a toda una vida cargada de coherencia en la búsqueda de una sociedad más justa, que proteja a los más débiles, en fin, el socialismo.
Piedad, en el medio muy particular de su Colombia, plantea: Los medios de comunicación de mi país no se dan cuenta de que tenemos 8 millones de personas que no comen, que otros 8 millones son refugiados internos. Esos mismos medios no cuentan que Colombia sea el primer país con prostitución infantil. Eso no lo cuentan para después no justificar que la violencia que vive el país se genera por un gobierno violento, que impide la participación política que fue capaz de asesinar a todo un movimiento político que nació producto de un proceso de paz que fue la Unión Patriótica
Pude haber escrito de la regia inauguración del edificio que aloja este periódico: mi casa por treinta años, de la desgracia del cierre del mercado con Haití, de la tragedia de los tres niños asfixiados, pero preferí llenarme de nostalgia y servirle esta elegía a Franklin Franco tomado de la mano de Piedad Córdoba para reafirmar, y reafirmarme, que el Socialismo, cuya más pura representación es Fidel, aún es una vía, una posibilidad y lo será Cuando sea presidente.
