Opinión

Cuando sea presidente

Cuando sea presidente

POR: José Díaz
asesaijd@gmail.com

 

Duelo

 

Umbrío por la pena/casi bruno/ porque la pena tizna cuando estalla/ y donde yo no me hallo/ no se halla hombre más apenado que ninguno/ Pena con pena y pena desayuno/Pena es mi paz y pena mi batalla…”. Miguel Hernández escribió este poema en la década del 20, del siglo pasado los que fueron musicalizados por Serrat, pero sirvió para alcanzarme un siglo después al enterarme de dos muertes acaecidas seis y un mes atrás. El aura que envuelve la semana mayor me sirve para recordarlos con amor.

Salvador Mejía, uno de los seres humanos más hermosos que he conocido, quien partió el 21 de noviembre y que fuera uno de esos suegros de los que uno no se divorcia, y el fallecimiento del locutor primer teniente Inocencio Hernández, esposo de la mejor amiga que tuvo la hija de don Salvador en el tiempo que fuimos pareja.

Hace más de un año rogué que me dejaran ver a don Salvador, quien estaba muy enfermo, y ayudarle. No me lo permitieron. Me enteré tarde de su muerte, porque su familia entiende debe sepultarme en vida. Precisamente el Jueves Santo pasado lo advertí en esta columna: “Tratare sobre el perdón. Lo haré con sinceridad, y aprovecharé para pedirlo a una familia que se niega a dármelo…. No nos será aceptado y solo nos queda sacar el rencor de nuestro corazón y así liberarnos. De eso estaré despojándome con una familia a la que aprecio, y con quienes establecí relaciones de afecto al casarme con una de sus integrantes y se me culpa de los trastornos que la separación causó.

Se que no he sido exitoso al construir y sostener relaciones de pareja pero me queda el gran consuelo, como reflexionaba el pasado jueves, de que nunca he hecho daño intencionalmente y que TODO EL TIEMPO he sido YO, al entregar mis afectos. Voy a ir mañana a la tumba de don Salvador y le ofreceré mis respetos. No importa que no me los pueda recibir; lo trascendente es que yo se los daré.

El Nacional

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