Las relaciones agrarias en cualquier sociedad son neurálgicas para el avance de las mismas. Es indiscutible que la ayuda estatal en las áreas rurales evita grandes males a una nación.
El campo es tan determinante en el desarrollo de un país, que a su más simple descuido las consecuencias se hacen devastadoras para todo el entorno urbano. Como modelo de lo anterior están las garrafales secuelas de delincuencia y vandalismo que padecen las ciudades, fruto del abandono de las zonas rurales hace más de 30 años. Lo cierto es que el abandono del mundo rural incrementaría nuestras calamidades; el olvido de las zonas agrarias elevaría a números astronómicos la pobreza que hoy se exhibe en la mayoría de las ciudades del país.
Es por eso que resulta plausible que el presidente Danilo Medina, conocedor a pie juntilla de la necesidad de que el Estado dominicano vaya consuetudinariamente en auxilio de la producción agraria, dé muestras fehacientes de que el campo dominicano es una de sus prioridades. Desde que juró como gobernante, Danilo Medina se mantiene visitando diferentes comunidades, asignándoles fondos que van directamente a las actividades productivas. El gobernante acudió en ayuda de las personas productoras agrícolas de Vallejuelo, San Rafael del Yuma, Cotuí, La Vega, Montecristi, Independencia, Baní, entre otras comunidades.
Con sus acciones, Medina incentiva la producción agrícola, que a la vez es mercancía de exportación, y por ende generadora de divisas para el país, la cual es una manera certera de gobernar para el progreso. Un estadista con la visión desarrollista de Danilo Medina nunca soslayaría la urgencia de recursos que amerite el campo dominicano, razón que lo lleva a asumirlo como su vigía, haciéndolo parte de su agenda diaria.