Opinión

De este y del otro lado

De este y del otro lado

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Ya está: Turbas asaltaron nuestras sedes en Haití y quemaron la bandera dominicana, y el Caricom nos negó la entrada. Quienes sean que ahorcaron a Tulile lograron sus objetivos, (y no descarto que hayan sido haitianos, pero por razones políticas que explico) y aquí el nacionalerismo debe estar de pláceme, pensando que ha logrado arrinconar al presidente Medina para que adopte sus posiciones, en las cuales, como se ha planteado en New York, predomina el delirium tremens.

La realidad siempre irrumpe para desordenar el pensamiento,cuando lo que exige la situación que enfrentamos como nación es precisamente pensar. Y pensar es lo que tratan de impedir,por todos losmedios,las fuerzas detrás dela cortina enla situación que tenemos que resolver conHaití,cuya única verdad es que somos dos hermanos siameses,prisioneros de una misma geografía.

El asalto a nuestra delegación y quema de nuestra bandera en Haití obedece a fuerzas internas de Haití que benefician a las hordas neo-trujillistas dominicanas. El estilo de la acción emprendida suena a Arístide, cuyo instinto motivacional es el odio hacia lo dominicano que deriva de su inmenso complejo de inferioridad. Hace unos años,cuando compare sus promesas de campaña con sus logros,recibí correos de odio cuya coletilla final era “muerte alos extranjeros”.

Arístides representa el viejo falso odio de Henri Christophe, con un discurso negrista incendiario y una imitación en lo cotidiano de los valores de la oligarquía francesa que decía combatir. Con sus minués descalzos, porque los zapatos de las aristócratas francesas no cabían en los pies de las esclavas.

Aristide, mientras mantenía un discurso radical, permitía que su mujer y cuñado se apoderaran delosmagros recursos del país, y quelas supuestas 30 familias haitianas que manejan el tráfico de drogas convirtieran Haití en un narcoestado.

Lamentablemente, a Martelly le falta formación ideológica, aun como representante del mulataje haitiano, para enfrentar la situación, porque el odio y el resentimiento pueden más que el bonvivantismo de su carnavalesca popularidad. Mientras el pueblo haitiano esté centrado en el problema dominicano, las masas haitianas no pensarán en el hecho de que este ha pospuesto todo intento de realizar elecciones que impliquen su salida del poder. Una brillantísima jugada que la estupidez local no ve.

Si a esto añadimos que la MINUSTAH es un parásito, alimentándose de un casi cadáver, y no una fuerza de reconstrucción que ordene el caos, nos damos cuenta de que la tarea de la preservación de nuestra nación es sumamente compleja.

¿Que implicaría introducir cierta racionalidad en este maremágnum?

Un análisis ferozmente tranquilo. Lo intentaré en los próximos artículos.

El Nacional

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