Opinión

DE SALUD Y OTRAS COSAS

DE SALUD Y OTRAS COSAS

Vivir en la capital de un país tiene sus ventajas y en toda parte del mundo la gente hace alusión a tres cosas:

Aquí  está el presidente

Los kilómetros se inician en este punto

Y los pagos (cheques) se elaboran en este lugar.

Los que procedemos del interior añoramos el barrio, el vecindario, la seguridad que disfrutábamos en el lar nativo.

Iniciemos un recorrido angustioso:

Vivir en apartamentos implica gran tolerancia de grupos heterogéneos en donde alguien o más de uno no respetan normas de convivencia.

El tránsito en la capital es muy complejo y estresante, veamos: si se va la luz, cosa muy frecuente, la señal del semáforo la deciden unos agentes que llaman “Amet” que suelen complicar las cosas y si le detienen en una confusión, ya usted sabe cuáles son sus riesgos en términos de tensiones nerviosas.

La puntualidad, que es un artículo en extinción, encuentra en los “tapones” la forma más descarada de llegar con  retraso a una cita médica o a pagar un dinero que alguien espera.

El darle la preferencia a una dama, el dejar que un ciego o un envejeciente cruce la calle, o el tocar bocinas a alguien que no puede avanzar es un hecho habitual que a veces termina en trifulcas.

Si llueve, me han dicho que por problemas de filtrantes, la ciudad no tiene nada que envidiar a Venecia, entonces los pobres de los barrios sufren; los del medio se inundan y los de arriba soportan las filtraciones.

Quiero decir que llover, que era un verdadero placer en otros tiempos, se ha convertido en un hecho perturbador de toda la vida de una ciudad.

Esperar el recibo por consumo de energía eléctrica ha ocasionado arritmias cardiacas a más de un ciudadano.

La recogida a tiempo de la basura no merece comentario aparte, ni mucho menos la calidad del agua “potable” que llega por tuberías o la del ” grifo”,  pero lo peor es que “el agua de botellón” no resiste, en la mayoría de los casos, un riguroso  análisis químico.

Yo reto al lector a que me responda: ¿Cuántas personas usted conoce que han sido asaltadas en plena calle y a la luz del día en esta ciudad?

Estacionarse sobre las aceras; vender alimentos no procesados en todas las esquinas; hacer “pipí” y “pupú” en cualquier solar es casi parte de la vida cotidiana.

Tengo otros piropos de cómo se vivía en la antigua Capital (éramos menos de un millón), pero quiero dejaros a la imaginación de mis amables lectores.

Yo me pregunto, luego de comparar entre nuestra calurosa habitación que se supone nos resguarda unas ocho horas y la calle, ¿en dónde uno se desgasta o enferma más?

El Nacional

La Voz de Todos