Opinión

DE SALUD Y OTRAS COSAS

DE SALUD Y OTRAS COSAS

En los consultorios de psicólogos que orientan a adolescentes problemáticos y a sus familiares aún se discute qué fue mejor, ¿el correazo o  el regaño?

Los cierto es que las incongruencias (Fontenella 1989)  en la crianza de nuestros hijos, a la larga puede dejar deformaciones en su comportamiento de adultos.

Veamos algunos ejemplos:

“Carlitos, si no te comes la carne no te daré el helado”. El muchacho no se comió su comida, pero por debilidad la madre se sintió culpable y terminó brindándole el helado. Eso se llama inconsistencia en la crianza, decir una cosa y hacer otra.

“Si no dejas de gritar, paro el carro y te saco para que te vayas a pie”. Ese tipo de amenaza que de antemano el chico “jodón” sabe que el padre no va a cumplir, revela debilidad.

“Mira cómo rompiste esa puerta, vas a pasarte 15 días sin bicicleta y sin salir a la calle”. Los castigos exagerados suelen anestesiar al muchacho y no dan frutos, por el contrario producen una “anestesia dolorosa”…

“No te voy a comprar ese juguete, te has portado muy mal”.

Pero terminó comprándole el juguete ante la rabieta que armó el muchacho. Esto se llama cambiar un no por un sí. Fatal, por cierto, en la crianza de nuestros vástagos.

“Limpie su cuarto, recoja esa ropa sucia”… son mandatos frecuentes, pero, ¿dónde fallan los padres? En no supervisar el cumplimiento de tareas, y mucho peor, no premiarlas y reconocerlas (para reforzarlas).

El no dedicar tiempo de calidad a los muchachos en la crianza es una verdadera fragua de malos hábitos en la actualidad.

“Toma los 500 pesos y vete escondidito”.  Ya el padre había prohibido un permiso y la asignación de recurso a este tajalán, pero,  por otro lado la madre apoyadora contravino la orden, con lo cual le restó autoridad y sembró vientos para cosechar ulteriores tempestades.

“Te repito, Pepito, te voy a dar como cuarenta correazos si vuelves a hacer lo mismo”. Las amenazas no cumplidas son contabilizadas por los niños y a veces se burlan de ellas.

“Váyase a la habitación, carajo; ¿no le he dicho que no me le dé a la niña”. Al otro día, el jovencito hizo lo mismo, pero el padre llegó con un jumo y la madre estaba en “el grupo de oración” y volvió a darle cocotazos a la hermanita.

Un mismo hecho requiere la consistencia del mismo castigo. Pero reprimir bajo estados de ánimo diferentes trae esas incongruencias en el manejo, que luego nuestros hijos imitarán en su vida adulta.

El Nacional

La Voz de Todos