Opinión

DE SALUD Y OTRAS COSAS

DE SALUD Y OTRAS COSAS

El miedo es una perturbación que sentimos y que cursa con mucha ansiedad.

Cuando estamos asustados sentimos incertidumbre y una amenaza real o imaginaria que desborda nuestra capacidad de autocontrol.

Un ser humano en medio del miedo o del susto tiene un disturbio corporal (ganas de hacer pipí; sudoración, taquicardia) y psíquico (pensamientos catastróficos, tristeza, pesimismo etc.) que provoca sufrimiento.

Existen seres humanos más miedosos que otros.

La seguridad, el autocontrol y la capacidad de equilibrio para reaccionar frente al peligro, se dan por un complejo proceso que se nutre de nuestra cultura y la forma en que fuimos criados.

Desde el hombre de la caverna, sobrevivir a los peligros ha sido para la humanidad un caldo de cultivo para entrenar complejos mecanismos de defensas frente a la adversidad.

“Yo no le tengo miedo a nada”, dijo un cobarde como si se “pusiera delante” o expresara lo contrario a lo que realmente está sintiendo.

Padecer el miedo depende de la personalidad de base. Se cree que los tímidos son más miedosos que los extrovertidos.

Se afirma que los niños y las mujeres son más temerosos que los adultos y los varones.

El haber sobrevivido a experiencias, sea por enfermedades o por accidentes, que nos colocan cerca de la muerte, tanto puede generar en el futuro miedos exagerados como una valentía a toda prueba.

¿A qué le tememos?

A la muerte, dicen algunos; y a Dios, afirman otros.

El temor a perder el juicio, la razón o a volverse loco está clavado en el inconsciente colectivo de nuestra cultura.

Miedo no es sinónimo de fobia, pues en esta última alteración el sujeto reconoce que es irracional su temor al objeto temido, y lo evita a toda costa, es el caso del temor a volar o a subir al ascensor.

El pánico es una experiencia extrema de temor, en cuyo caso el que lo padece cree que la muerte es inminente.

Miedo no necesariamente es ansiedad, ésta es un temor difuso y paralizante que da la sensación de que “algo grave va a ocurrir”.

Los miedos son tan diversos, pero casi siempre tienen una raíz o una historia en la biografía de quien los padece.

El miedo a la soledad, a la vejez, al descrédito, al secuestro, a ser asaltado, constituye variedades frecuentes en nuestro medio.

Creo que el menú de miedos del dominicano ha variado, sobre todo que hemos pasado de ser una ciudad segura a un ámbito selvático, donde cada media hora, se produce un asalto.

El miedo al fracaso, a la toma de decisiones; al Diablo (Infierno y demonio); a no ser querido; a los maleficios (mal de ojo, martes 13) por ejemplo.

Mucha gente tiene miedo a hablar en público; a hacer el ridículo; a las traiciones en los negocios y en el amor (infidelidad, por ejemplo).

Los miedos pueden ser a lugares (subir a un puente, a una azotea);  a los animales  (culebras, arañas); a los procedimientos de salud (el dentista, a una inyección, a la anestesia, etc.).

Algunas ideas las he tomado del libro  “El miedo escénico”, del periodista Oscar López Reyes.

El miedo en dosis bajas, producto de la madurez y la experiencia, nos hace ser más cautelosos y nos guía a evaluar con mesura los riesgos de cada decisión.

El miedo exagerado, lleno de inseguridades, puede ser paralizante y convertirnos en un guiñapo  humano que no toma decisiones ni disfruta del entorno.

Existen tantos miedos como actividades humanas.

El Nacional

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