Opinión

DE SALUD Y OTRAS COSAS

DE SALUD Y OTRAS COSAS

Poco más de un ser humano por día en lo que va de año se ha quitado la vida en República Dominicana. Lo que llama mi atención es que por lo menos tres jóvenes menores de 15 años ejecutaron el acto fatal por la vía del ahorcamiento y como posibles desencadenantes, la rigidez, el castigo y las amenazas de padres y adultos ante faltas aparentemente banales cometidas por estos adolescentes.

Viene al caso pues estoy leyendo el libro “The Tipping Point”  (El  punto clave) de Malcolm Gladwell, un texto que lleva más de un millón de ejemplares vendidos y en el que narra cosas como la siguiente:

“En las Islas Micronesias el suicidio para los años 60 era un acontecimiento raro, pero para esta época en este archipiélago, la tasa ha subido 7 veces más que en Estados Unidos de Norteamérica, es decir ocurren 160 hechos fatales por año por cada 100 mil habitantes. En Estados Unidos, la tasa ronda para esta época alrededor de 22 suicidios por cada 100 mil habitantes”.

Cierro esta cita en versión libre, para señalar que no tenemos una medición exacta del fenómeno en República Dominicana, pero es posible que ronde los 7 a 10 casos por igual cifra de habitantes.

Pero volvamos al tema focal.

¿Por qué se mata un jovencito y por qué aun tenemos los métodos de crianza del garrote?

Los jóvenes son apasionados, es época de cambios profundos en sus hormonas, en sus aspiraciones, en sus identidades, en sus riesgos (sustancias, alcohol, sexo, malas influencias etc.).

Un muchacho de 14 años o una chica comienza a conocer el amor  (y el de verdad, el sano, el que no tiene cálculos, ni ve defectos en el otro). Es la etapa de la rebeldía  (tatuajes, se fugan de la escuela, comienzan a “inventar”; quiere decir las cosas en un lenguaje extraño, a experimentar cosas riesgosas…).

Esa llamada “edad del pavo”, es una etapa de la irreverencia, que lo mismo les da pasar quince días con unos zapatos deportivos y un jean que hieden a “macutico pescador”.

Es una época en que el amigo y el desconocido del hogar es el líder y los padres y las madres ejemplares pasan a un ejército que ahora la nueva generación dice “no están en nada y están quedados”.

Los jóvenes se deprimen  (y la depresión es el camino ancho para las ideas de quitarse la vida, pensamientos que a veces se materializan), y lo malo es que ni quieren ir a un profesional de la salud mental, ni a buscar una ayuda espiritual y, peor, a veces en medio de una música metálica o un rap inductor, se convencen de que “la vida no vale nada”.

Los padres responsables estamos “pegados a la pared”, pero la pela y el pescozón no son la respuesta ante tanta irreverencia.

Nos queda el diálogo, el ejemplo, la tolerancia, el amor y una estrecha vigilancia.

Detrás de un muchacho irritable, que baja sus notas en la escuela, que cambia de amigos, que la noviecita lo ha botado, hay una bomba de tiempo.

Yo no quiero que este año se sigan suicidando adolescentes, en plena flor de la vida y la esperanza.

Unos, los de clase media alta, lo hacen en una famosa avenida de la capital conduciendo su carro a más de 120 km por hora a las 2:00 de la mañana.

Otras se envenenan y dejan una carta al novio.

Unos, los más primitivos, se ahorcan. Y lo malo es la forma espectacular y casi inductora en que los medios recogen el hecho.

El Nacional

La Voz de Todos