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DEL CHE A CHAVEZ: Dos íconos latinoamericanos

<P>DEL CHE A CHAVEZ: Dos íconos latinoamericanos</P>

Los irreverentes, esos seres que suelen sacudir los cimientos de la quietud  de la historia y que parecen informales y han recibido con frecuencia y con dolor la persistente acusación de locos o endemoniados, no han ganado muchas batallas e impuesto sus verdades.

Pero las escasas que les han correspondido, han transformado el mundo.

Ser uno de ellos es una categoría, una enorme posibilidad de riesgo no siempre calculado y es convertirse en una fuerza cortante y contrastante.

Se hallan estos locos de la verdad poblados de luces localizados en las artes, la política, la ciencia, la literatura. 

No han cesado de surgir, desde el genio que desde la frialdad y la penumbra de una cueva vio con clara frescura la certeza de construir la primera rueda, hasta  este presente convulso y  turbio en ocasiones.

Ser irreverente y vivir para contarlo es un arte tan delicado que  escasean los que llegaron al final de la meta y vieron su gloria fluir en el horizonte de sucesos.

El protocolo aconseja a los formalistas apegados al decurso de los hechos consumados no molestar al poder establecido.

A ese comportamiento que se identifica con la gente sencilla y elemental es que los corifeos sistémicos llaman “populismo” sin ver el alma y el sentimiento genuino que hay dentro de ello.

Los irreverentes no quieren otra cosa que hacer resbalar y descarrillar ese poder por la pendiente de su insolencia inaudita.

Cruzar con vida o triunfalmente el umbral de lo que el poder tradicional, desmovilizado e incluso frágil en el fondo, (pues todo poder está sujeto a temporalidades y cambios de mando y escenarios) considera blasfemo es tan difícil como apenas practicable.

Y sin embargo, el fenómeno sucede y seguirá imponiendo su visión única y variable de la realidad

Unos han podido, gracias al poder hipnótico del verbo, atraerse a las multitudes.

Otros han probado el veneno horrible, la tortura y la muerte y lo peor de todo, el olvido, esa memoria infame, ese limbo sepulcral.

Veamos, con la visión sucinta que impone el espacio, casos como el del Cristo.

Un irreverente de inmenso calado.

Incluso sus enemigos innecesarios se tomaron finalmente  sus palabras para reproducir en los siglos un poder que lo niega ciertamente, en lo esencial.

En lo formal del discurso parece que lo imitaran, engañosamente, a la perfección.

El Che Guevara es esa otra pesadilla del poder que siempre está renaciendo en la selva tormentosa y clara de los acontecimientos humanos.

El héroe revolucionario latinoamericano universalizado por la revolución cubana es un anti poder difícil de combatir pues su vida honesta, su sacrificio valiente y sus luces enormes lo sitúan en un lugar digno y elevado del devenir.

Veamos a otro de los escasos triunfadores de la irreverencia, (aunque el triunfo no es necesariamente el del comportamiento en sí sino que éste viene con la impugnación que hiciera de la falsa quietud de los satisfechos) Chávez. Respetó apenas las reglas de lo que dice el decálogo de la etiqueta de salón, amó a su pueblo (un factor importantísimo para tener poder legítimo y quizás el único verídico y fue consecuente con sus palabras.

La tradición en Latinoamérica es decir mucho y hacer poco o nada.

Los pueblos se sienten libres, valientes e invencibles cuando los guía un ideal superior.

Nada es más poderoso que esa fruición memorable.

Cuando un adalid cae abatido por los designios del “destino” se levanta glorioso en los sueños, las virtudes y la conciencia de su pueblo.

Hoy Chávez no es ya un hombre, no es una consigna social, no es una esperanza fallida.

El ha pasado a ser una fuerza telúrica, una ráfaga histórica, un temblor luminoso y claro de la materia y del espíritu.

UN APUNTE

Espíritu

En la actualidad Chávez es una fuerza telúrica, una ráfaga histórica, un temblor luminoso y claro de la materia y del espíritu.

 

El Nacional

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