Opinión

Del júbilo a la decepción

Del júbilo a la decepción

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En Dominicana, dado el tamaño y el alcance del descrédito internacional, se había estado en expectación, creyendo que esta vez los ya señalados, como parte de un grupo de sobornados, irían sin dudas al lugar debido, a las cárceles junto con sus semejantes, pero esto está por verse, aunque al Palacio de Justicia fueron a dar algunos de los señalados.

En el mes de junio, el juez de la Instrucción, Francisco Ortega, produjo una valiente sentencia enviando a diferentes cárceles (a altos funcionarios, congresistas, ex congresistas y lideres político, y otros vinculados) y arrestos domiciliarios para dos de ellos, y otras medidas para tres congresistas.

Hubo júbilo y cierta esperanza en la población que es sensible a la corrupción y a la impunidad. Este júbilo duró muy poco, pues el resultado de la apelación interpuesta por la barra de la defensa en el mes de julio, produjo una amarga decepción, un retorno forzado hacia la desesperanza.

Lo que no lograron de parte del juez Francisco Ortega, es decir, la libertad pura y simple, vieron en la apelación el triunfo anhelado, ya que todos, con excepción de Angel Rondón y Víctor Diaz Rúa, regresaron a casa.

Esta vez la decisión emanó de cuatro jueces de la Segunda Cámara Penal de la Suprema Corte de Justicia: Miriam German Brito, Juan Herohito Reye, Esther Argelán y Alejando Moscoso Segarra, este último solo nos recordaba el caso, no olvidado, de Félix Bautista.

Con la vuelta a casa, de estos señores, la ciudadanía sufrió, insisto, otro revés, pues como la esperanza es un sentimiento natural de la persona, hubo la creencia de que el sistema de corrupción y lapidación del erario público que se ha instalado, tendría un antes y un después.

El Nacional

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