Opinión

Democracia para mujeres

Democracia para mujeres

No quiero llegar al poder sobre un montón de cadáveres de mujeres pobres que intentaron hacerse un aborto porque su vida estaba en peligro.

La vida de un solo ser humano –incluyendo la de una mujer- vale más que la mayor fortuna del mundo.

No quiero llegar al poder pasándole por encima a los derechos fundamentales de las mujeres, que, por cierto,  constituyen poco más de la mitad de la  población del país y del mundo, y madres de todos los hombres,  incluso de aquellos que las violan, las asesinan y las explotan.  Explotación económica y marginalidad social. (La doble jornada laboral de la mujer, una con poca paga. La otra sin paga. Trabajo en la oficina o la fábrica, ocho y  diez horas. Luego el trabajo de la casa, más agotador. Y encima, cuando el hombre llega de parranda, muerto de un jumo, estar dispuesta para el sexo).

Para muchos dirigentes políticos la democracia es una palabra. Y nada más. En sus hogares son verdaderos dictadores, monstruos, donde se hace lo que ellos dicen.  El, que es infiel cada vez que lo desea,  no permite que ella haga lo mismo. ¡Ay de ella si reclama igualdad!  Democracia en la calle, en el periódico, la emisora, pero no en el hogar. “¡En mi casa mando yo!”  Eso nadie lo discute. Mucho  menos ella.

El artículo 30 de la Constitución que se discute en el Congreso es la mayor prueba de la hipocresía, la mentira, la demagogia y la doble moral. Quienes apoyan esa aberración mayoritariamente son hombres, legisladores, dirigentes políticos y curas. A la mayoría debería darles vergüenza, pues nada de santos tienen.

Nadie, ni yo que apruebo el aborto siempre y cuando la mujer o la pareja lo decidan, está hablando de una ley liberal como en Europa y  Estados Unidos. Estamos hablando de abortos terapéuticos, de interrumpir el embarazo en circunstancias especiales. Oponerse a eso, como se opone ahora Miguel Vargas, presidente del PRD, y el Cardenal López Rodríguez, es una barbaridad bárbara, valga la redundancia y la repugnancia.

Hay concesiones que un partido serio no puede hacer, aunque le cueste el poder. Si Miguel Vargas y quienes lo acompañan  creen que colocándose del lado del Cardenal  se acercan al gobierno, lamento decirles que no. Se alejan, porque abandonan a  millones de mujeres que se aman más a sí mismas que a Miguel Vargas y al “Nuevo PRD”. ¡Y en las urnas se verá!

El Nacional

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