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Deporte Profundo

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El béisbol se desnuda
No hace mucho tiempo, antes de que los radares hicieran su aparición para marcar digitalmente la velocidad de los envíos de un lanzador, que la forma del fanático medir la fortaleza de los disparos era por la explosión causada por la pelota al golpear con fuerza el hueco en la mascota del receptor.

“Cántalo que sonó duro”, era su grito demandando del árbitro decretar un strike, algo que todavía aunque con disminuida frecuencia algunos tradicionalistas mantienen en los parques de béisbol.

Era la época en que el metraje de los batazos se estimaba por la altura de los mismos y la distancia en que caía la bola detrás de las cercas. No existía entonces velocidad de salida de las conexiones, ni longitud proyectada con sofisticados aparatos.

Los numeritos más importantes eran el promedio de bateo, los jonrones y las carreras empujadas para el caso de los jugadores de posición, y la media de carreras limpias por cada nueve episodios, los ponches y las bases por bolas lo que merecía mayor aprecio para los serpentineros.

Su valor era tan relativo que algunos narradores y comentaristas apelaron a la frase del antiguo profesor de economía Aaron Levenstein, quien en una ocasión había señalado que “las estadísticas son como los bikinis, que sugieren mucho pero no revelan lo más importante”.

Hoy con el bikini pasado de moda y suplantado por las tangas y otras minúsculas prendas de baño, el béisbol se nutre de la sabermetría, una sofisticada ciencia del cálculo matemático que permite determinar el valor real de los jugadores dejando poco a la imaginación del aficionado.

Así, el número de victorias que se atribuyen a un jugador por encima de las que eventualmente aportaría un jugador suplente –basado en fórmulas matemáticas cuyo resultado es mejor creerlo que averiguarlo- es en la actualidad una estadística de importancia fundamental en la medición del calibre de un jugador de béisbol.

Al lado de esas operaciones analíticas existen los sistemas de medición basados en data aportada por cámaras ópticas de alta resolución que estratégicamente colocadas permiten medir el talento defensivo de los jugadores, su capacidad para alcanzar los batazos,
y su valor en la prevención de carreras.

El análisis del juego y el valor del pelotero es materia complicada para quienes desde la época escolar se declararon alérgicos a los logaritmos y no comprenden como los agentes y gerentes generales acuden a las audiencias de arbitraje para discutir el salario de un jugador con pesados porta folios llenos de guarismos infinitos y ecuaciones algebraicas.
Es por ello que pienso que tantos topless e hilos dentales, que ni ruborizan ni generan atención por su creciente moda, han dejado a los fanáticos del béisbol de ayer rumiando los tiempos en los cuales ver un ombligo en Boca Chica equivalía a saborear un jonrón de Rico Carty.

El Nacional

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