Opinión

Derecho, sujeto y objeto

Derecho, sujeto y objeto

En nuestro país se comprueba permanentemente que la mayoría de los titulares de los poderes y órganos del Estado no tienen ningún respeto por el ordenamiento jurídico, que es lo que denominamos Derecho, con d mayúscula, para diferenciarlo del concepto de derecho, con d minúscula, que expresa una prerrogativa subjetiva de que puede ser titular una persona. Y como ellos no sienten la necesidad de someterse a la legalidad, ni temen que un poder superior pueda obligarlos a cumplir las normas, entonces actúan medalaganariamente.

Por eso es que vivimos bajo el régimen de la arbitrariedad en las actuaciones de la Administración Pública (AP). Y aquí se cumple perfectamente la ley metafísica que dice: “Como es arriba, es abajo”.

Ciertamente, así es. En la jerarquía de los entes públicos, los jefecitos medios y bajos imitan como monos el comportamiento de sus superiores, y hasta repiten frases hechas, con la naturalidad de un papagayo.

Las disposiciones de los artículos 138 y 139 de nuestra Constitución, que consagran el sometimiento pleno de la AP al orden jurídico y la posibilidad de judicializar sus actos, son letras muertas para esos funcionarios. Ellos se creen, en sus delirios pequeños burgueses con poder político, que están por encima del bien y del mal, que son dioses en la Tierra. Están seguros de que los demás no son personas, esto es, sujetos de derechos y obligaciones, sino objetos o cosas, y que pueden disponer de ellas a su antojo. La violación de la dignidad humana y de los demás derechos fundamentales no reviste ninguna importancia para ellos.

Resulta probable que nunca se hayan leído al célebre filósofo alemán Immanuel Kant. Y si lo conocen, nunca interiorizaron su prédica ética. El imperativo categórico que planteó les resulta incómodo. Y aceptar, como sostiene el autor de “La razón pura”, que a los individuos hay que respetarles su dignidad, por su simple condición de personas, les causa repugnancia. Tampoco les importa que la Carta Magna proteja, en sus artículos 5, 8, 38, 39, entre otros, la dignidad humana. Esta es un eje transversal que toca todos los demás derechos de las personas. Y condena, de manera clara y terminante, toda forma de discriminación. Esto no es valorado por los pichones de trujillitos que nos gastamos en este terruño de Duarte, Luperón y Caamaño, quienes parece que araron en el desierto.

Así las cosas, y si no la revertimos con urgencia, es evidente que el proclamado Estado Social y Democrático de Derecho, conforme al artículo 7 del Pacto Fundamental, se convierte en una aspiración jurídica, social y política utópica, en un sueño institucional más de los muchos que enarbola el discurso y la práctica patrimonialista y clientelista con que tradicionalmente se manejan el Estado, y sirve para anestesiar la conciencia ciudadana.

El Derecho contiene garantías para evitar que el sujeto sea reducido a un objeto o cosa. Ojalá nuestros funcionarios aprendan eso.

El Nacional

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