Opinión

Desarrollo

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Habrá alguna  fórmula para un país encauzarse hacia el desarrollo?  La realidad  demuestra que no. La disparidad en el avance  que comportan  los diferentes países demuestra la inexistencia de  una vía expedita hacia  ese objetivo.   Aunque, si es por los resultados que se observan,  entonces   el éxito depende de la puesta en práctica del libro de cada país, lo que es  un indicador del  fracaso de las recetas económicas. Pareciera  que el procedimiento es ecléctico, con  sus propias  particularidades.

Tomemos el caso de   Qatar, que con únicamente  gas natural en su terreno,  cuenta con  un per cápita de más de 200 mil euros. Diametralmente opuesto es  Sudán, el cual  está sobre un lago de petróleo, y es uno de los países  más pobre del planeta. Pero mientras   Malasia anuncia que en los próximos  diez años pasará  al primer mundo, su  vecina Indonesia navega en las turbias aguas del subdesarrollo.

¿Qué ha dejado de hacer  Corea del Norte para  prácticamente navegar en las turbias aguas  tercermundistas, entretanto Corea del Sur, su siamés,  hoy exhibe mejor situación económica que su vecino?

Israel era una piedra árida en los años cuarenta, mas   hoy  es    el número dieciséis de índice de desarrollo humano de la ONU.

Ni hablar de  la disparidad en el desarrollo de nuestro país comparado con el de Haití. Resulta sintomático que  Japón, una potencia en todos los  órdenes,  no tiene mineral alguno que le dé riqueza a su suelo, diferente a la pobre República del Congo que posee  riquezas  multimillonarias  en su superficie. 

Ante la falta de una receta para el progreso    indiscutiblemente que   las ventajas comparativas, las coyunturas, momentos históricos, las condiciones propias y la inteligencia y destreza de las élites gobernantes de cada país, lucen ser   razones  obvias para el  tránsito al desarrollo.

El Nacional

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