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Obama y Cuba trazan la ruta

 

Cuando Eisenhower (1960) y Kennedy (1962) dispusieron y ampliaron, respectivamente, el embargo económico contra Cuba, no se imaginaban que sus decisiones iban a trascender las fronteras y los tiempos, hasta modelar durante décadas las relaciones políticas y económicas entre los Estados Unidos y América Latina.

Entre otras cosas, los norteamericanos no “contaban” con el factor Fidel, es decir, con el extraordinario carisma, reciedumbre de carácter y su inagotable capacidad táctica y discursiva.

Tan pronto fue revelada a la superficie del tablero mundial, la figura del barbudo guerrillero fue amplificada hasta la mitología por las corporaciones mediáticas norteamericanas – Associated Press (AP) y United Press International (UPI) -, y los soviéticos facilitaron una alianza estratégica con Fidel, dando inicio a un intenso capítulo de confrontaciones políticas y diplomáticas en toda la región.

Precisamente, la diplomacia ha sido citada por Obama como el camino escogido por la Casa Blanca para continuar su guerrita contra Cuba “precisamente por la vía pacifica”, para recordar a Lenin y su feliz parodia de una frase de Clausewitz : “la guerra es la continuación de la política por otros medios, precisamente por la violencia”.

Es decir, la Casa Blanca intentara cambiar a Cuba mediante las artes del sistema económico capitalista: el comercio, la creación de empresas, la circulación del dólar, la transferencias de tecnologías y otros mecanismos económicos asociados, que generan ataduras y dependencias.

En otras palabras, la actividad productiva, la distribución de ingresos y el consumo generan la mentalidad correspondiente al sistema capitalista. La Casa Blanca estaría confiando en una tesis marxista: “el ser social, determina la conciencia social”.

Cuba no es China, pero se parece en que a diferencia de los países de Europa Oriental su sistema no se ha derrumbado (literalmente) y sus líderes fundadores tienen ahora la oportunidad de dirigir, con el extraño apoyo de su “enemigo” yanky, el proceso de transición.

La retorica a favor del bloqueo parecía ya momia del pasado, y la mecánica económica y política de Cuba no tiene futuro practico ni sustento en la razón. El cambio era inevitable.

El Nacional

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