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Modelo sin futuro

Las propuestas de cambios institucionales y políticos formuladas recientemente por el empresariado nacional revelan elementos y situaciones de la mayor trascendencia política y económica para el presente y el futuro del país.
Al principio pareció –o algunos funcionarios del Gobierno quisieron hacerlo parecer- que se trataba de la posición de Blanco Canto y de una parte numéricamente menor de empresarios; sin embargo, la reacción en cadena de importantes asociaciones, cámaras y representantes empresariales de todo el país manifestándose en apoyo a las propuestas indicadas, ha dejado claro que se trata de una posición consensuada y meditada por la mayoría sin sujeción a simpatías políticas personales. En otras palabras, esa es la posición de la clase empresarial.

La trascendencia de las propuestas se debe a que apuntan con singular precisión hacia el corazón de un modelo cuya mecánica ha garantizado inusitada acumulación de capital económico, de poder político y de reelección sin pausa en el Palacio de la cúpula del PLD.

El tema es que luego de 12 años corridos bajo ese modelo, el PIB ha crecido mucho, pero el deterioro institucional político del país ha sido enorme y ha reforzado las trabas estructurales del sistema para la redistribución de los frutos del crecimiento entre las capas sociales empobrecidas.

En casi completa ausencia de institucionalidad, sin tribunales capaces de sancionar a los delincuentes políticos, con las entidades reguladoras del Estado capturadas por intereses particulares de políticos convertidos en empresarios, la economía podría seguir creciendo, pero la corrupción y la pobreza también. Un crecimiento perverso.

Si a la captura de las instituciones del Estado para favorecer intereses particulares se le suma la irresponsabilidad con que se gastan y dispendian los ingresos fiscales derivados de los impuestos, caeremos en la cuenta de que marchamos en un círculo corrosivo, con la iniciativa empresarial en suspenso y un Estado que mediante impuestos y subterfugios exprime a la población para financiar el frenesí de gasto y dispendio de su cúpula dirigente. Ese esquema de dominio le queda chiquito a las aspiraciones y posibilidades económicas del país, y no tiene futuro.

El Nacional

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