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No es Peralta

Según Participación Ciudadana, el ministro José Ramón Peralta padece de insuficiencia argumentativa para referirse a los temas de la Constitución, el Diálogo Político Institucional y la selección de la Junta Central Electoral.

En realidad – independientemente de si el bagaje teórico de Peralta es de limitado horizonte o no – todo el que intente justificar la designación de una Junta Central Electoral integrada por militantes de un partido político lucirá corto de argumentos. Sencillamente porque se trata de una posición de fuerza, sustentada en el poder y no en argumentos doctrinarios ni éticos.

Esa es la razón por la que algunos comentaristas y columnistas periodísticos, que sí tienen amplia cultura política, prefieren marear la perdiz especulando sobre detalles marginales de la posición del CONEP, sobre la sociedad civil, su intrahistoria y sus múltiples vínculos con poderes del Estado (que aquí es lo mismo que Gobierno), así como uno que otro dato suelto acerca de algún político de la oposición.

La estrategia es atacar a la oposición, pero esquivando las cuestiones centrales en debate, a saber: ¿Puede la JCE actuar como un árbitro electoral creíble para la oposición política y la sociedad si es integrada con militantes del PLD? ¿Pueden los partidos de la oposición – so pena de su propia liquidación – aceptar ese adefesio? ¿Viola la Constitución el hecho de que todos los partidos políticos- incluyendo al PLD y al PRM-, junto a representantes de la sociedad civil, propongan al Senado criterios y candidatos independientes para la conformación de la nueva JCE?.

Ahora bien, el padrino de la cerrada posición del PLD en el Senado, en la mesa del Diálogo y en los medios de comunicación se llama Danilo Medina. Naturalmente, todos los grupos hacia lo interno del PLD tienen sus particulares razones para querer una junta parcializada, peledeísta.

La novedad es que para la oposición “la suerte está echada”, ha asimilado las lecciones, conoce al dedillo la trama morada y parece dispuesta a aceptar desde el 2016, el inicio de peligrosas confrontaciones políticas que podrían tener su clímax en el 2020. Depende de Danilo.

El Nacional

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