Opinión

DETALLES

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La crisis actual en el PRD es una de esas que pone a prueba la capacidad política de sus dirigentes. De nada vale acumular gran apoyo social y estremecer el país de pico a pico si al final la élite que dirige se derrota a sí misma, creando obstáculos y fantasmas internos.

La conducta asumida por Miguel Vargas durante el proceso electoral reciente lo hace merecedor de una sanción. No fue ningún chiste lo que hizo.

Pero, como de seguro el caso llegaría a unos tribunales de hojalata, nadie ha podido explicar que sucedería cuando la decisión sobre el PRD dependa de su enemigo, vía el Tribunal Superior Electoral (TSE) y el Tribunal Constitucional (TC).

Algunos dicen que “ellos (Leonel y Danilo) no pueden inmiscuirse y manipular el conflicto del PRD” porque la ley esto y aquello; otros dicen que con la movilización del pueblo y las protestas se impediría que el gobierno se atreva a meterse en ese pleito.

No comprenden que para el grueso de la sociedad ese conflicto es una rebatiña del PRD, otra más. Más aún, si Leonel y Danilo manipulan los tribunales para afectar al PRD, la gente dirá que culpa es de los perredeistas que llevaron la querella hasta allá. La amplificación mediática que hará el gobierno de la división, en lugar de acicate para la “lucha popular”, servirá como distracción social y para la descalificación del propio partido.

Hay otros dirigentes que se refugian en afirmaciones de tipo ético y disciplinario, haciendo caso omiso al contexto en que se producen los hechos.

La hechos son claros: el litigio ira al TSE y al TC, y Leonel y Danilo, no Hipólito ni Miguel, decidirán la suerte del PRD.  La aplicación de las merecidas sanciones está limitada por el tinglado  de poder que rodea al PRD y que controla Leonel Fernández. Desconocer esa realidad, sería como cruzar los dedos, cerrar los ojos y lanzarse a una aventura.

Según el historiador Junes Airup Seip: “En política la gente nunca trata de atarse a sí misma; solo de atar a los demás”.

El Nacional

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