Opinión

DETALLES

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Uno de los subproductos del conflicto interno del PRD ha sido el fortalecimiento de la percepción de que en el 2016 el PLD seguirá en el poder, casi con cualquier candidato. Importantes segmentos de electores van dejando de preocuparse por el PRD como opción de poder y se van adaptando a su presencia como si se tratara de un extra en una película: necesario, pero no decisivo.

A medida que pasa el tiempo y se ahondan las diferencias en el partido blanco, sumado a la aceptación elevada del gobierno de Danilo Medina, la gente va considerando que parte de lo que es posible esperar desde el Gobierno lo podrían conseguir más fácil desde el mismo PLD.

El PRD va pareciendo como el titulo de aquella película de guerra: “Un puente demasiado lejos”.

Cuando un partido  se consolida en el poder, no es solamente por el uso desmedido de los recursos del Estado, como ha hecho y hace el PLD, sino también porque con sus “estulticias” (como dijo con agudeza Hatuey) el partido opositor va convenciendo a la población de que el no sirve como alternativa, sino como extra, como coro justificador del show democrático.

Cada evento negativo del PRD no solo le resta votos, sino que lo condena frente a franjas  de ciudadanos como un partido que no debe gobernar.

Esa condena se hace mas fuerte si el conflicto permite poner en escenas los entresijos de su desorden institucional y las carencias notables de gran parte del liderazgo del partido.

Muchos compañeros subestiman este hecho tan pronto se hace un “acuerdo” y el partido vuelve al 40%, no entienden que la condena es efectiva no en el voto duro perredeista, sino en el voto “swing” o indeciso que al final casi nunca lo ha favorecido y sin el cual no se ganan elecciones.

La destrucción del PRD va ocurriendo en un proceso largo e impune, en un zafio espectáculo de lucha fatal, cuerpo a cuerpo y con cuchillos “botos”…¡Pero ese barco no se hundirá solo!

El Nacional

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