Opinión

DETALLES

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Si la vida de los ciudadanos no vale nada, menos valen, entonces, las palabras y las medallas de sus líderes y gobernantes; porque, sigue siendo la existencia en plenitud lo más preciado para el que vive. Pero, extrañamente, nuestros políticos casi no hablan de la vida, ni de los individuos y sus avatares.

Son como los del Banco Central, que siempre exponen en términos “consolidados”.

Y cito a los políticos, porque corresponde a ellos debatir y dirigir los asuntos de Estado y preservar la ecología social, es decir, evitar el crimen fratricida y darle a la juventud la posibilidad de crecer y vivir “como la gente”.

Por eso, es lamentable que la criminalidad callejera, la inmigración masiva e ilegal de haitianos y sus secuelas socioeconómicas, las golpizas y asesinatos  de mujeres y  el ritmo alarmante de embarazos de adolescentes aparezcan como tópicos secundarios en boca de los líderes.

Y como no tenemos una estrategia nacional sobre nada, la maleza crece aquí como la verdolaga en pradera abandonada.

Algunos dicen que un Presidente no está para cosas menores, que eso es para los funcionarios, la policía y los jueces.

Pero, en el 2007, vi a Nicolás Sarkozy, en conferencia de prensa en el Palacio del Eliseo, expresar su indignación porque un desquiciado había violado y asesinado a un niño el día anterior. En la ocasión, el presidente francés anuncio que propondría la aprobación de una ley para la castración química de cualquier sujeto que cometa un crimen semejante en el futuro. “! Eso no puede volver a ocurrir en Francia!” dijo airado el gobernante.

En 1999, Tony Blair, primer ministro británico, califico públicamente como un “record vergonzoso”  la tasa de embarazo de adolescentes en su país, y ordeno de inmediato la aprobación de una estrategia nacional a diez anos para controlar y disminuir ese malestar social; hizo aprobar también un presupuesto de 200 millones de libras esterlinas para tales planes.

Todavía, creo yo, las grandísimas ocupaciones de Estado de Leonel no son mayores que las del presidente  de Francia o la del primer ministro de Gran Bretaña.

El Nacional

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