Opinión

Detalles: Triste comercio

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La radioterapia consiste en la aplicación de radiaciones ionizantes a un tumor o área afectada de cáncer para eliminar las células cancerígenas y consecuentemente controlar o curar la enfermedad.

La radioterapia es extraordinariamente efectiva y se aplica, generalmente, combinada con quimioterapia o cirugía y en algunos casos como único tratamiento.

En radioterapia ocurre como en cirugía, que cada aplicación tiene que ser clínicamente justificada en su tipo, extensión e inevitabilidad.

Siempre sería preferible una opción menos invasiva e igualmente eficaz, si existiera, y en caso de ser inevitable debería aplicarse estrictamente la técnica indicada por un protocolo estándar.

Esa ha sido la tradición, durante décadas en, – por ejemplo-, el Instituto de Oncología “Dr. Heriberto Pieter”, pionero en radioterapia basada en protocolos y nuevas tecnologías aplicados con elevada ética.

Los pacientes con cáncer de próstata, mama, cérvico uterino y tumores cerebrales son los más disputados entre los centros privados de radioterapia porque permiten justificar esquemas de irradiación de mayor complejidad y por ende de más elevada tarifa; los centros invocan la utilización de técnicas terapéuticas “modernas” que en muchos pacientes – debido al real estadio y extensión de la tumoración – ni se justifican ni les convienen, porque suelen ser aspavientos tecnologicistas – ¡en tierra de sorprendidos! – para abultar facturas a las ARS y pagarle decenas de miles de pesos a un referidor cuyo único trabajo consiste en escribir y firmar un párrafo indicando nombre y dirección del centro privado pagador.

En general, el país cuenta con médicos radioterapeutas capaces y con servicios de radioterapia bien equipados y ciertas gerencias libre de todo mercantilismo, pero algunos centros privados le están haciendo un terrible daño a la credibilidad pública de tan importante especialidad.

La mayoría de los médicos radioterapeutas han quedado atrapados entre las transacciones comerciales que se fraguan entre médicos referidores y los dueños de los centros que se benefician del negocio.

Esta situación implica, entre otras distorsiones, que ARS como Senasa, por ejemplo, financiada con el dinero de todos los dominicanos, sea manipulada y esquilmada por algunos vivos en tierra de zombies.

¿Y las autoridades?

El Nacional

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