Opinión

Diálogo con el jefe de la Policía

Diálogo con el jefe de la Policía

En un ambiente de cortesía, palpitaciones reales, loables inquietudes y con perspectiva al presente, al porvenir inmediato, sostuvimos un interesante, amplio, constructivo y positivo diálogo con el distinguido mayor general licenciado Manuel Castro Castillo, jefe de la Policía Nacional, el pasado 24 en su despacho de la ciudad capital.

Receptivo, cordial, ameno, con una visión esmerada sobre la realidad social del país, y acciones trascendentales a seguir, cumpliendo las sabias directrices del licenciado Danilo Medina Sánchez, presidente constitucional de la República, Castro Castillo tiene los pies sobre la tierra y ya está conduciendo la nave que dirige, sin importar tempestades, hacia puertos seguros, rememorando al genial Aristóteles, al decir: “El deber es un Dios  que no consiente ateos”.

El mayor general Castro Castillo, domina la filosofía, psicología, sociología, la historia y vertientes que inciden muchas veces en el laberinto criminoso, cruel y despiadado. Es un excelente investigador.

Le participamos al nuevo jefe policial nuestra sincera colaboración y el apoyo a su obra, así los nombres de los principales directivos del Consejo Dominicano de Derechos Humanos,   en la creencia de que habrá de realizar, junto al valioso equipo de hombres y mujeres que le acompañan, una labor histórica en defesa y cumplimiento de la Carta Sustantiva, las leyes, el bienestar y grandeza del país y de los  integrantes de esa institución, robustecida por la fe, el trabajo, la moral y la esperanza, pues  todos los miembros de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas gozan y tienen sus derechos humanos que hay que defender y respetar. Esto lo hemos predicado desde el antaño, no desde ahora.

La verdadera senda es hoy. Auguramos éxitos al mayor general Casto Castillo, así al dilecto y compueblano amigo doctor Alejandro Dipré Sierra, general de Brigada Subjefe de la Policía Nacional, inteligente brillante investigador y leal a sus principios.

Gracias, muchas gracias al general Castro Castillo, por su gentileza, receptividad, fino trato, así al subjefe, a los demás generales, coroneles, mayores, altos oficiales, capitanes, tenientes, clases, rasos, y a la prestigiosa coronel Karen, a los oficinistas y sus rangos, a las bellas jóvenes de la recepción del despacho y antedespacho, a los jóvenes oficiales capaces y cordiales, que se encontraban allí  a la entrada de la jefatura, al ascensorista y a todos a cuanto tuvimos el placer de saludar y conversar.

Entre las pocas alegrías de los mortales, está la que produce el cumplimiento de nuestras responsabilidades y obligaciones para poder acercarnos más a Dios.

El Nacional

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