Opinión

Digan lo que digan

Digan lo que digan

Los recortes por más de 7 mil millones de pesos al presupuesto del Ministerio de Educación en  2012 sólo han servido para reconfirmar la debilidad institucional y la indiferencia social. Como si un escándalo fuera lo más normal, nadie se ha inmutado ante la denuncia del Observatorio del Presupuesto de Educación en el sentido de que en el año de mayor expansión del gasto la cartera comprometida con la enseñanza apenas ejecutara un 2.2% del 2.46 que se le asignara del Producto Interno Bruto (PIB).

 Esa situación se produjo a contrapelo del sentimiento nacional en que se convirtió la demanda de que se cumpliera con la ley que consigna un 4% del PIB para la educación preuniversitaria.

Al desglosar los gastos, el Observatorio encontró que más de la mitad de los recursos, específicamente el 54%, correspondió a servicios personales.

Pero ahí no termina ese drama que, como si todo estuviera perdido, no ha provocado, pese a lo mucho que se teoriza,  reacción alguna. De los 13,050 millones de pesos que Educación consignó para la construcción, ampliación y equipamiento de aulas, apenas se desembolsaron 7,861 millones de pesos.

Además de una asignación violatoria de la ley y que tampoco se corresponde con las necesidades, resulta, en contraste con el discurso, que tampoco se cumple con lo presupuestado. Pero el silencio, no propiamente de los inocentes, confirma que mientras unos puedan buscarse lo suyo importa un comino la suerte de “este puñado de tierra con gente”, como definió Juan Bosch en una ocasión a República Dominicana.

A pesar de la confianza que inspira incluso el presidente Danilo Medina. Con una deuda social tan cuantiosa, como indican las evaluaciones, la educación en este país,  a pesar de su Metro, sus torres, el más costoso y lujoso parque vehicular de la región, entre otros privilegios,  está muy lejos de ser el mejor camino para reducir la pobreza.

 El clientelismo o la politiquería son más rentables que la enseñanza.  Por supuesto, potencias en la región, aunque no tienen esas torres ni ese parque vehicular de lujo, al menos respetan las leyes. Y se preocupan por la educación.

El Nacional

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