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Disminución del machismo

Disminución del machismo

Debido a que nací en el año 1935, he vivido periodos de exacerbado machismo en la sociedad dominicana.

Mi padre, machazo convicto y confeso, me regañaba cuando me sorprendía metido en la cocina, aunque fuese en búsqueda de alimento sobrante, en días de escasez.

-La cocina es un lugar que se hizo para las mujeres- era la idea que, de diferentes formas, brotaba de los labios de mi progenitor.

Sin embargo, actualmente los hombres no solo pasan tiempo en la cocina calentando café, sino que alardean con frecuencia de sus habilidades en el arte culinario.

Y es algo archisabido que la mayoría del personal del área gastronómica de hoteles y restaurantes criollos está compuesto y dirigido por hombres.

La destreza culinaria es algo que incluyen hoy muchos padres y madres cuando enumeran las cualidades.de sus hijos varones para llevar un buen matrimonio, aunque elija como pareja una mujer exigente.

En las décadas del cuarenta, cincuenta y parte de la del sesenta, los homosexuales y lesbianas eran víctimas de severo rechazo y discriminación, hasta de parte de familiares próximos.
Eso incluía hasta hombres de ademanes afeminados, y mujeres de apariencia masculina, que no obstante eran de orientación heterosexual.

Un condiscípulo de la escuela normal de varones en la década del cincuenta, de voz de timbre feminoide, y redondeada abundancia glútea, sufrió burlas constantes de parte del alumnado del centro docente.

Pero el transcurrir del tiempo lo convirtió en soltero mujeriego, y luego en esposo adúltero, que hacía el amor hasta con algunas de las trabajadoras domésticas que ejercieron el mal pagado oficio en su casa.

Como contraste, se ha dado el caso de que hombres musculosos, de rudos ademanes y voz grave de bajo operístico, han devenido en cundangos, justificando la frase populachera de que “hay muchas murallas, que son mireyas”.

Una amiga de empaque machuno, que por eso levantó en muchos la sospecha de activo o potencial lesbianismo, resultó en la práctica una coleccionista de novios, hasta que uno de ellos la convirtió, paradójicamente, en una esposa fiel hasta en la apariencia.

En los primeros años de la década del cincuenta, fui testigo de la agresión a pedradas a un ambulante vendedor de dulces homosexual, por parte de un grupo de adolescentes masculinos.

Lanzando gritos angustiosos, el dulcero apeló a utilizar la amplia bandeja de madera contentiva de la mercancía, como improvisado y efectivo escudo protector, La patética escena, que duró menos de un minuto, me causó estupor e ira refrenada, sobre todo porque fue acompañada por las carcajadas y los aplausos de transeúntes de ambos sexos.

He descrito con frecuencia la reacción de mi padre, cuando fui sorprendido por una hermosa joven vecina, de cuyas desnudeces en su aposento, disfrutaba desde los orificios de la añeja pared de zinc del baño de mi casa.

Regañándome por el hecho delante de mi madre y de la muchacha, poco después me dijo que se sentía satisfecho, porque el brecheo había demostrado que mi vida sexual estaba “muy bien encaminada”.

Y era que, como ortodoxo machista, papá afirmaba con entonación enfática, que si un hijo se inclinaba eróticamente por los de su mismo sexo, lo borraba con excremento gatuno.

En la actualidad sexualmente liberal, en varias naciones desarrolladas se han legalizado las uniones conyugales entre congéneres, tanto masculinos como femeninos.

Y en el país, aunque todavía existe discriminación contra los homosexuales, no puede compararse con la homofobia reinante en pasadas décadas, y estos realizan desfiles de apoyo a su preferencia, sin ser agredidos en las calles que recorren.

Algo que dista años luz de la época en que los padres repetían a sus hijos varones que la cocina se hizo para las mujeres, y que los hombres verdaderamente machos no lloraban, y tenían el mando en sus hogares.

Hoy no resulta inusual que un hombre dominicano asegure, hasta con tono convencido, que en su casa el jefe es su mujer.

Ojalá que estos cambios positivos en el machismo criollo produzcan en el futuro inmediato una disminución apreciable de la violencia de género en el país.

El Nacional

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