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Disparos

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Como vivimos en un país democrático y en el que todos tenemos derecho de exponer nuestro criterio en torno a la causa que consideramos justa, hoy me referiré a los benditos conciertos que se celebran en las instalaciones deportivas.

Desde que incursioné en la crónica deportiva, hace ya unos largos 30 años, he sido un abanderado de que esas instalaciones no sean utilizadas para otra cosa que no sean para celebrar eventos deportivos.

Usted dirá que en otros países se toman esos lugares para hacer festivales, fiestas, conciertos y otra clase de eventos ajenos a las actividades del músculo y la mente.

Es verdad, pero esa no es una regla obligatoria y que la República Dominicana está obligada a cumplir al pie de juntilla.

Hay que recordar que somos el paraíso cuando se trata de no proteger los bienes del Estado, que al final de cuenta son del pueblo.

En los países que se alquilan las instalaciones deportivas se toman todas las precauciones necesarias para preservar la estructura de la misma, entre otras cosas, se hacen levantamientos previos de cómo está  la misma y qué hay dentro de ella, como garantía de que el usuario la devolverá tal y como la recibió.

Aquí no,  no existen reglas claras en ese contexto. Con excepción de algunos promotores y empresas, la mayoría después del espectáculo que montan devuelven las instalaciones convertidas en un desastre.

Que esos lugares son los más adecuados para celebrar esos eventos, no es una razón de peso para justificar que hay que prestarlo obligatoriamente.

Lo que deben hacer los que están ligados a esas actividades es construir instalaciones en donde puedan celebrar, cuando quieran y a la hora que deseen, todos sus espectáculos.

De lo contrario, que se vayan para el Malecón y/o el Faro a Colón con sus fiestas. Está bueno del chantaje que el pueblo necesita diversión. Primero, y por mucho, se necesita orden, educación y salud, entre otras cosas.

El Nacional

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