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Disparos

Disparos

Cuando vi a Darío Canó del Río recibiendo una ayuda económica de manos del ministro de Deportes (MIDEREC), Felipe -Jay- Payano, reflexioné si realmente vale la pena servir en este país.

Porque por más que le busco la vuelta, la verdad que no encuentro explicaciones lógicas del porqué un deportista de la estirpe de Canó del Río tiene que, al final de su vida, recurrir a la caridad pública para que le den una migaja para poder subsistir.

Quiero que se me entienda,  no es que me oponga al noble gesto del ministro de la Miderec, Felipe Payano, al contrario, lo felicito por tan humanitaria medida.

Ahora, con lo que no puedo estar ni estaré nunca de acuerdo, bajo ningún concepto, es  que una figura del renombre de don Darío Canó del Río tenga que llegar a la vejez en el más alto grado de pobreza.

Quizás las nuevas generaciones no conocen las hazañas de este respetable hombre y, en especial, lo que representa para el béisbol aficionado de República Dominicana.

Sin embargo, quienes tuvimos la oportunidad, la suerte de compartir con él  su sapiencia, entrega a las mejores causas y, sobre todo, su honestidad en aquellas épocas doradas de nuestro fascinante béisbol amateur, sí sabemos el valor de ese símbolo abandonado, olvidado y hasta desconsiderado.

No es justo, para nada, lo que le está pasando a ese inmortal del deporte dominicano después de entregar toda su vida al trabajo constante por el desarrollo de la juventud deportista y del país.

Nuestros héroes deportivos no pueden seguir padeciendo calamidades tan penosas. Es tiempo de que tengan un final más decente, después de tanta lucha.

No puede ser posible que entreguen todo por el país y la nación no haga nada por ellos, ni siquiera, al final de su existencia.

No quiero justificar nada, apoyar lo incorrecto, pero quien sabe si por tanta ingratitud es que la dirigencia deportiva de hoy día está corrompida casi en su totalidad. Ojalá, que algún día todo esto cambie radicalmente. Hasta la próxima,

si Dios quiere.

El Nacional

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