Opinión

¿Dónde está el daño?

¿Dónde está el daño?

En la reelección o en la Constitución? Desde Horacio Vásquez hasta acá apenas dos presidentes de la Republica, Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco, no cedieron ante las tentaciones de seguir en el poder. Uno se suicidó antes de terminar su mandato, y el otro, cayó preso ya fuera del poder. Juan Bosch fue derrocado siete meses después de ser electo, por tanto no tuvo la oportunidad de escoger entre reelegirse o no.

Desde el punto de vista de la tragedia que rodea el poder, permanecer en él parece ser la única respuesta ante los malos augurios que representa bajar las escalinatas de Palacio. Hacer un buen gobierno, honesto y decente, además de ser algo así como una utopía entre la fauna política local, parece estar fuera de nuestras posibilidades.

Horacio, Trujillo, Balaguer, Hipólito, Leonel y Danilo modificaron la Constitución para postularse de nuevo. Sólo a Hipólito no se le dio. Leonel consiguió seguir una vez más, pero es probable que Danilo lo haya persuadido de respetar la alternabilidad, concepto que ha pasado a formar parte de la ficción política.

La manera honorable de gobernar fue, acaso, un privilegio de los que construyeron la República. Ahora es fantasía, y eso es atraso.

Lo peor es que esto, a todas luces un simple juego de poder, se traduce en un alto costo para el país, su economía e instituciones. Las consecuencias son la corrupción, la impunidad, el creciente endeudamiento público, el descalabro institucional y el empobrecimiento de las mayorías en provecho de unos pocos. Odebrecht y Punta Catalina, que no son poca cosa, apenas representan muestras ostensibles de peculado de los fondos públicos.

La cuestión no es colocar ahora en una balanza los esperados días aciagos de ex gobernantes –el que la hace la paga-, y los daños que vienen con la reelección y el irrespeto a la Constitución. ¿Rompieron Hipólito y Leonel con este maleficio? Lo que importa es determinar o buscar de dónde emana la verdadera autoridad moral, social y política para sacar al país del atolladero. Oportunidad de oro que la oposición y las fuerzas emergentes deben aprovechar para ganarse la confianza de la población.

El Nacional

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