Opinión

Dos caras de la crisis

Dos caras  de la crisis

Hillary Clinton y Donald Trump son dos caras del sistema norteamericano. Por tanto, si Trump gana las elecciones de mañana el mundo no se hundirá. ¿Por qué entonces el temor de que un político que dice lo que siente, que ha triunfado como empresario, gobierne la nación más poderosa del planeta? ¿O acaso después de la renuncia de Richard Nixon a raíz del escándalo Watergate el establishment se ha tornado tan vulnerable que un mandatario puede hacer desde el poder lo que le venga en gana. De ser así, Barack Obama hubiera impuesto la reforma migratoria que quedará como una deuda pendiente de su presencia en la Casa Blanca.

De la misma manera que sobre el Brexit en Inglaterra, contra Trump ha habido un exceso en la agitación del fantasma del miedo. Después que los ingleses votaron por la salida de la Unión Europea nada ha ocurrido, pero absolutamente nada que pueda poner en peligro la calidad de vida, la seguridad, el intercambio comercial ni las relaciones internacionales.

El temor carecía de fundamento, como también se verificó con el referendo en que los colombianos se pronunciaron contra el acuerdo de paz suscrito por el presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC).

Hablar de que el mundo se expone a una catástrofe ante un eventual triunfo del republicano es un exceso que no se corresponde con realidad.
Con la intensa campaña que se ha desarrollado en su contra, en la que ha intervenido hasta Wall Street, Trump no debería ganar las elecciones. Pero en esa movilización puede estar también la clave de su posible triunfo. Son los poderosos y los llamados mercados responsables de las grandes crisis financieras y de muchos problemas y conflictos que obstruyen el desarrollo y la prosperidad de grandes conglomerados dentro y fuera de Estados Unidos. El republicano puede plantear una ruptura con ese orden que diseña y pone las reglas de juego.

Si el republicano termina por imponerse ¿sobre quién recaería la canana? Lo más probable es que sea sobre los votantes. Se diría que lo hicieron decepcionados contra la élite política, y en parte porque la candidata demócrata, Hillary Clinton, era una suerte de más de lo mismo, para colmo permeada por prácticas corruptas. Pero todos saben que la realidad es otra. Que el hecho de que un candidato no salido del terreno político llegara tan lejos como ha llegado Trump en un proceso electoral es

porque el sistema está en crisis. Si no ocurre esta vez, puede asegurarse que el momento está cerca.

Tras un ejercicio como el de Obama, en que la economía, que es lo fundamental, se ha recuperado al punto de que el desempleo está por primera vez en muchos años por debajo del 5%, y que mantenido el liderazgo mundial de Estados Unidos no es para que un opositor como un discurso como el Trump sea una opción de poder.

El Nacional

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