Hoy se habla mucho de eclesiologías.
Se quiere con ello indicar que cada conuco pastoral, cada movimiento, organización o plan pastorales, obedece a una eclesiología.
¿Es eso lo mismo que San Pablo tanto enfatizaba con su pluralidad de carismas, dones y funciones dentro de un solo cuerpo y obra de un solo espíritu?
¿O es, por el contrario, lo que también San Pablo tanto fustigaba en su Carta primera a los Corintios, 3, 1-23: el espíritu carnal, de división y discordia, hace pensar que no haya un solo Cristo ni un solo Dios ni una sola Iglesia?
Los que disciernen hoy la pluriforme actividad pastoral de la Iglesia a base de multiplicidad de eclesiologías, tienen que tener la gran conciencia y sensibilidad paulinas por la unidad y unicidad de un solo Evangelio, un solo Dios y un Solo Cristo.
De lo contrario, se corre el peligro de trabajar con ideologías más que con verdadera teología.
Y así como ciertas ideologías han venido a crear y contraponer violentamente los bloques políticos y las clases en la sociedad civil. Así también ciertas ideologizaciones de la fe y del Evangelio tienen el triste sino de agrietar y dividir el Cuerpo único y uno de Cristo.
I.- Lo dije al comienzo de esta serie de artículos sobre la Iglesia y lo repito ahora. Se ha abusado y se sigue abusando de la separación de Iglesia y Cristo, como se ha abusado y se sigue abusando de la creación y contraposición de iglesias cristianas. Tenemos que cuidarnos de hablar de eclesiologías contrapuestas en un sentido ideologizado y como hablamos de partidos o clases o bloques socio-económicos contrapuntos.
Claro que la Iglesia siempre ha sufrido ese mal cancerógeno de ser identificada con los Reinos, Estados y pura sociedad civil.
Siempre se piensa que su organización es copia y réplica de las estructuras administrativas de los Reinos y Estados. Y siempre se trata de valorar sus funciones y ministerios como se juzgan las de los Estados seculares. Hasta los tiempos del Vaticano II privó, incluso entre los teólogos, explicar la naturaleza de la Iglesia por el simbolismo sociológico de una sociedad perfecta.
Desde la Epoca carolingia, pasando por la Edad Media, hasta la Epoca de la Contra-Reforma y después; se fusionó la Iglesia demasiado con la sociedad civil, pensando, incluso, que toda la sociedad era cristiana en virtud de hacerse cristiano el rey, el Príncipe, el Emperador.