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Lluvia ácida
Se habla de lluvia ácida (término introducido en 1872 por un químico británico que descubrió este fenómeno en Manchester). La lluvia tiene un valor de ph en torno a 5.7, cuando el agua de lluvia tiene un ph bajo y contiene disueltos ácidos sulfúrico y ácido nítrico. Estos ácidos se forman cuando los óxidos de azufre (SO2) y de nitrógeno (NO2) se combinan con el vapor del agua del atmósfera. El problema de la lluvia ácida tuvo su origen en la Revolución Industrial, y no ha dejado de empeorar desde entonces. Hace tiempo que se reconoce la gravedad de sus efectos a escala local, como ejemplifican los periodos de smog ácido en áreas muy industrializadas, así como su gran capacidad destructiva en zonas alejadas de la fuente contaminante.

Una extensa área que ha sido objeto de múltiples estudios es el norte de Europa, donde la lluvia ácida ha erosionado estructuras, dañado los bosques y las cosechas, y puesto en peligro o diezmado la vida en los lagos de agua dulce. En las últimas décadas se observa la ocurrencia de estos fenómenos climáticos en varios puntos del Caribe tropical, en especial en las islas mayores. La mayor parte de las sustancias acidificantes vertidas al aire son el dióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno.

La ruta de acidificación del azufre: una gran parte del dióxido de azufre es oxidado a trióxido de azufre, que es muy inestable y pasa rápidamente a ácido sulfúrico. La oxidación catalítica del dióxido de azufre es también rápida. Se cree que en las gotas de agua se produce la oxidación implicando oxígeno molecular y, como catalizadores, sales de hierro y manganeso procedentes de la combustión del carbón. Además, puede producirse oxidación fotoquímica por la acción del ozono.

En cualquier caso, la consecuencia es la formación de niebla con alto contenido en ácido sulfúrico. Las lluvias acidificadas pueden penetrar en las reservas de aguas subterráneas y aumentar la solubilidad de los metales tóxicos. Esta acidificación afecta a las poblaciones de peces y otros animales acuáticos, con daños potenciales a cultivos y bosques y con el creciente deterioro de los materiales para construcción. Estos factores mencionados tienen una frecuencia que asombra fundamentalmente por la no limpieza de zonas de construcción que a la larga se convierten en vertederos improvisados de aguas que culminan afectando todo el proceso.

Primera: La lluvia ácida entra en el ciclo del agua, y termina perjudicando la calidad biológica de bosques, suelos, lagos y arroyos. Segunda: La destrucción de los bosques ha resultado principalmente de las malas prácticas agrícolas y cría de ganado, asociados a problemas de uso y tenencia de la tierra; y agravado por las lluvias ácidas. En tiempos remotos, el agua de lluvia era la más pura disponible, pero hoy contiene muchos contaminantes procedentes del aire. La lluvia ácida se produce cuando las emisiones industriales se combinan con la humedad atmosférica.

Las nubes pueden llevar los contaminantes a grandes distancias, dañando bosques y lagos muy alejados de las fábricas en las que se originaron. Cerca de las fábricas, se producen daños adicionales por deposición de partículas de mayor tamaño en forma de precipitación seca. La contaminación ha ido en aumento desde la Revolución Industrial, pero hasta hace poco sus efectos, como la lluvia ácida, no han producido alarma internacional.

El Nacional

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