Opinión

EDITORIAL I: Nunca más

EDITORIAL I: Nunca más

Una democracia todavía virgen fue malograda con el derrocamiento del gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, el 25 de septiembre de 1963, acción vil que fue causa primigenia de una insurrección armada, de la segunda intervención militar de Estados Unidos, de miles de muertos y de un largo periodo de represión política.
Ajusticiado el tirano y decapitada la tiranía, en elecciones libres la mayoría de los sufragantes seleccionaron a Bosch, candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), para dirigir los destinos de una nación que, lacerada por décadas de satrapía, se mostraba jubilosa al inaugurar el anhelado espacio democrático.
Élites económicas, eclesiásticas y políticas, con padrinazgo del Departamento de Estado de Estados Unidos, nunca asimilaron un proyecto democrático, cuyo mentor proclamaba la consigna de igualdad entre “tutumpotes e hijos de Machepa”, el imperio de la ley y el pleno ejercicio de las libertades públicas.
El presidente Bosch fue derrocado siete meses después de su juramentación, sin que los golpistas pudieran endilgarle una sola violación a la Constitución o cualquier afrenta al orden democrático. Esa puñalada trapera infligió heridas y lesiones permanentes en la conciencia nacional.
No pocos historiadores y cronistas de la época intentan sin éxito construir y sostener la tesis de que Juan Bosch fue el culpable de su propio derrocamiento porque no obtemperó a sugerencias del alto mando militar, del clero o de la embajada estadounidense.
A 54 años de ese fatídico suceso, los dominicanos asimilan la trágica lección en la promesa de no permitir jamás un despropósito similar contra la democracia y las libertades públicas, al tiempo que se advierte a presentes y futuras generaciones que ese tipo de crimen político desencadena acontecimientos como los acaecidos el 24 y el 28 de abril de 1965.

El Nacional

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