Opinión

El “otro” problema

El “otro” problema

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Hasta finales de los años 80, los clubes y el activismo  de izquierda sirvieron de muralla frente al avance del narcotráfico en  los centros urbanos. Disuelto el sentido de la militancia partidaria y el innegable descenso experimentado por el movimiento cultural y deportivo en las barriadas de mayor significación en la capital y provincias, no existió alternativa en capacidad de competir con el afán de dinero.

Tanto el microtráfico como la salida al exterior constituyeron los vehículos de movilidad y ascenso de jóvenes que, comenzaron a transformar sus referentes cercanos, en la medida que la nueva cultura urbana postergó la lucha social.

Muchos no terminan de entender que la vigencia del narcotráfico en sectores marginales  ha sido capaz de promover lazos de solidaridad en la barriada por el falso convencimiento de que sus exponentes “ayudan” y demuestran que, disolviendo todo respeto por el ordenamiento legal, “triunfan” en una sociedad donde por no recibir ejemplos de buena conducta desde arriba, ellos pueden imponerse en su “jungla”.

La mayor gravedad que se exhibe a la hora de abordar el diseño de políticas públicas  es que se apela con enorme fascinación a la mano dura en los ámbitos judicial y policial y se pospone la solución educativa y promotora de otras opciones a una parte del segmento que se vincula al mundo de las drogas.  Los jóvenes prefieren conseguir un empleo. Ahora bien, la dificultad de conseguir mecanismos laborales de combinar empleo-metas educativas desampara a una gran parte de la población que asume el tráfico como opción productiva cercana a su realidad. 

Como acontecimientos recientes han colocado en los medios de comunicación exponentes de “otros segmentos” de la sociedad, es importante reflexionar en otra dirección. Desde mi concepción, no concurren en igualdad de condiciones a prácticas relacionadas con el narcotráfico el infeliz de una cañada que el de una posición económica acomodada.

 Lo racional seria abordar el fenómeno desde perspectivas sociales diferentes, pero una de las debilidades de asumir las políticas públicas para combatir el narcotráfico reside en el carácter global de “las soluciones”. No hay siquiera presupuestos justos para instituciones como la DNCD el Consejo Nacional de Drogas, Casa Abierta y Hogares Crea.

Finalmente, el problema está en la capacidad del Estado en diseñar políticas eficientes, tribunales especiales y asumir una jornada nacional de toma de conciencia de la amenaza que se levanta sobre una sociedad donde el afán de lucro conduce a que muchos jóvenes, sin oportunidad, transiten el camino del narcotráfico para legitimar la sed de “éxito” edificado sobre la inversión de valores que tanto daños genera en todos los sectores del país.

El Nacional

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