Opinión

El anuncio de TV

El anuncio de TV

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El filmlet venía a constituir una película pequeña que servía de cuña o soporte en el engranaje, no sólo de una determinada semiótica, sino de todo un proceso de ideologización. Y ante el avance de un invento que se fortalecía en los laboratorios en esa década de los años treinta del siglo pasado (la televisión), al cine publicitario no le quedó más remedio que correr a todo dar para equilibrar sus necesidades y efectuar sus circuitos comunicantes integrales.

Así, la edad de oro para el cine publicitario del capitalismo central se extendió desde los finales de la década del treinta hasta mediados de la década del cincuenta del Siglo XX. Luego, la televisión se adentró en una superestructura cultural sumamente mecanicista, cuya apertura había sido propiciada, precisamente, por el cinematógrafo y, treinta años antes, por la radiofonía.

La publicidad inmiscuía —con mucho vigor— lo que Passolini enunció como “trinidad”: la palabra con sus cargas gráfica, oral y visiva (grafema, fonema y cinema), poblando al signo de tres facetas y múltiples evocaciones recíprocas. Era la cibernética al servicio de un orden consumista.

Pero, ¿dónde ubicar como clasificación de objeto mimético-visual al cine publicitario? Ante todo, el filmlet es un cine de cortísimo metraje y, sin caer en lo tautológico, vendría a ser un cine de cortometraje.

Pero, ¿lo es? Sí, lo es, pero sin responder —como práctica documental— a lo que, por asociación cultural, debe representar este objeto cuya particularidad es no exceder a los 35 minutos, en cuanto a duración, ni los mil metros, en cuanto a pietaje. Mientras el cortometraje —llamémosle “ortodoxo”— referencia lo documental, o como epopeya, o como testimonio, el filmlet ubica una historia (sí, una historia) cuya especificidad es tratar de producir una venta a través de una descarga informativa.

Sin embargo, esta información estructura una relación dialéctica entre dos prácticas aparentemente símiles: mientras el cortometraje encierra un discurso (o lo abre) en donde las categorías enunciativas involucran una orientación social desprovista de intencionalidad comercial, el filmlet sirve una información-comentario en donde se podría involucrar el enunciado de orientación social, apoyándose —como explicita Hagemann— en un acontecimiento que “mueve al espectador hacia la compra del objeto anunciado”.

De ahí, a que lo aparentemente símil entre ambos cortometrajes guarda cierta oposición conductual en la determinación del fin particular. Asimismo, también podría existir el cortometraje comercial, o publicitario, de la misma forma que en el largometraje se cuecen estas mismas habas, cuando la unidad orgánica y temporal que se constituye para su producción, redondee la intencionalidad de vender —como ideología— un fin determinado que no obedezca a la reproducción de un objeto material histórico. O, para ejemplificar: como si se tratase de un film como “El regreso del agente 007”.

El Nacional

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