Opinión

El Bulevar de la vida

El Bulevar de la vida

“… me diste agua, me hiciste café. Yo no acuerdo ya ni si te pagué”.

 Samaritana. Patxi Andión.

¿Dónde está el límite, la frontera?

¿Qué es y qué no es corrupción?

Por decir, digamos que corrupción es crear empresas fantasmas para beneficiarse de las compras del Estado. Amañar licitaciones para favorecer a relacionados financiadores de campañas electorales, recibir donaciones personales para adquirir personales bienes (casa, fincas, apartamentos) en pago de servicios prestados desde el Estado.

También es ser corrupto, autodenominarse mediador entre la presidencia de la República y sus agencias, y empresas internacionales que se quieren instalar o ya funcionan en el país.

Es corrupción convertirse en agencia andante de cobros al Estado, amparado en el rango político, ministerial, amistoso o familiar con un presidente u otro alto funcionario.

Todo eso es corrupción. Y contra esta corrupción debe la sociedad plantar cara y hacer lo que se tenga que hacer a partir de las evidencias obtenidas y respetando siempre la presunción de inocencia.

Claro que sí. Claro que hay que luchar contra la jodida corrupción política que desde siempre ha llevado a gente desde sus chancletas Samurai a unos zapatos Ferragamo, desde un “parteatrᔠa una villa en el Este.

Claro, claro, pero cuidado.

Cuidado, que el asunto no es tan simple como el pedir amores o “construirse un personal cielo para entregárselo a una recelosa dama en viernes”, no. También es corrupción solicitar que sea asignado un cheque del Estado (botella) a nuestros familiares y/o relacionados, robarse el ITBIS, no pagar impuestos es corrupción.

Corrupción también es conseguir que le vendan a uno a precio de vaca muerta (o muy enferma) unas cuantas tareas de tierra del Estado (casi siempre menos de 300) para construir ahí la dacha familiar. Como también  es corrupción extorsionar funcionarios utilizando como arma los medios de comunicación. (Te ataco con hiel, con y sin pruebas, te difamo, te acribillo moralmente, y luego te envío a mi vendedora para un negocio redondo que es en realidad el precio de mi silencio).

Así como para hablar de libertad hay que tener un corazón digno de ejercerla, para andar de juez mediático o tertuliano por la vida tronando contra su (supuesto) corrupto preferido, (y vaya Ud. ha saber por qué) se ha de tener una mínima autoridad moral. Oiga usted, que no puede don Quirino criticar a mi panal Juancito Pérez Vidal, (alias Tito) quien administra un humilde punto de droga en Villa María.  

Hay que luchar contra la corrupción desde la honestidad, y no desde el cinismo, pero sobre todo no debería lucharse contra la cierta o supuesta corrupción desde trincheras que la misma corrupción ha creado o financiado.

El cinismo más insolente nos invade, y el descaro más procaz nos golpea desde sus altares mediáticos, políticos y empresariales.

No puede ser doña Herminia, Morillito, Chichí o la Roque, quienes critiquen a mi amiga del corazón, La Rosa, por vender caricias de emergencia en un hotel de paso o una avenida de gente bien. “Ay, mi amiga del corazón, mariposita andariega, rosada flor deshojada, sin conocer primaveras”

 

El Nacional

La Voz de Todos