Opinión

El Bulevar de la vida

El Bulevar de la vida

La semana pasada contábamos aquí, cómo cierta izquierda se negó a participar en un seminario internacional que organizaría la FUNGLODE con los auspicios de los entonces presidentes Lula da Silva y Leonel Fernández, y con el objetivo de definir qué es ser de izquierda en el siglo XXI, y averiguar por qué en Dominicana ha sido imposible la creación de un proyecto político de izquierda de la más mínima aceptación popular.

Con su negativa a participar, esa izquierda respondió las preguntas y de paso canceló el seminario: ¿Por qué no asistir? Pues “porque esa Fundación es de derechas, un templo del neoliberalismo”. Y ya está. Pero quien invitaba era Lula, Correa lo saludaba, Chávez mandó saludos con Miguelón.

La respuesta de los señores desnudó el gran problema de los socialismos con vocación comunista, y explicó con certeza las razones de su fracaso, que ha sido siempre la falta de contemplación de la opinión del otro, ese sentido absoluto de la verdad, el negar la libertad, ay, esa libertad que el ser humano necesita para poder vivir, e incluso para joderse.

¿Qué es ser de izquierda en un mundo donde todo está de cambios y de cambiar, incluido el Estado de Bienestar post segunda guerra mundial que ya languidece hasta en Holanda?

Hoy, la “revolución socialista dictatorial”, esa que se carga la prensa y prohíbe las elecciones, no es la utopía para nadie o para casi nadie. “Los pueblos, como los hombres aprenden sufriendo”, “cada lágrima enseña al hombre una verdad”, “así se templo el acero”… oiga usted. 

Hoy en todo el mundo, las luchas se dan por alcanzar La Democracia con mayúsculas, que es una señora regordeta y de algunas canas, aburrida, siempre gris, cansona y en ocasiones un poco puta y vagabunda, pero siempre perfectible y mejorable. He ahí su gran fortaleza, desde Pericles hasta ayer, como a las once.

Quienes no aprenden de la historia, la historia les pasa cuentas y fracasan siempre. No se trataba de hacer una revolución para alcanzar la democracia, sino de construir una democracia de ciudadanos responsables y militantes en sus asuntos, para entonces, entre todos, hacer una revolución social pero también personal, que revolución es ciudadanía, participación, militancia.

Gracias a la fatídica experiencia de tantas revoluciones heroicas devenidas en vulgares dictaduras, al fin sabemos que sólo desde la democracia se hacen revoluciones, sociales o personales, boschistas o martianas, andaluzas o morenas, ¡ay!

 Por eso, no basta un gobierno de pretensiones democráticas sino existe una ciudadanía apropiada de los valores que inspiran la democracia; una democracia que será tan avanzada, institucional y justa como los ciudadanos que la sustentan.

Mientras las acciones del machismo/leninismo autoritario permeen la vida nacional y guíen el comportamiento de quienes se dicen “liberales” y “progresistas”, en Dominicana la democracia será sólo un decora’o con pancartas y fotos del Che, una quimera chulera para políticos demagogos, comunicólogos con barba, nostálgicos del futuro y adivinos del pasado. Todos tercamente negados a releer a Platón: “La mayor conquista es la conquista de sí mismo”. Con permiso.

El Nacional

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