Opinión

El ciclón Céspedes

El ciclón Céspedes

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Qué es la crítica? ¿Para qué sirve ¿Con qué se come eso? Así me preguntó, insistentemente, cierto día de lluvia un agricultor en el valle de Constanza, luego de leerle un artículo de prensa que llevaba el epígrafe de “crítica de cine”.

Desde luego, aquel agricultor ignoraba que cualquier diccionario, académico o no, resumía la palabra “crítica” con algunas variantes como, verbigracia, que proviene del griego krineim, “el arte de evaluar o juzgar las cosas”, o “juicio formado sobre una obra literaria o artística”, etc.
Las preguntas del agricultor —y su confusión acerca de lo que significaba la crítica—, me retrotrajeron al decenio de los 60’s, cuando el estructuralismo llegó a apoderarse de la intelligentsia de los países centrales (era la gloria para Lacan, Foucault, Barthes y, desde luego, Lévi-Strauss, quien era una referencia obligada), e influía poderosamente en la de los países periféricos que se llamaban —a sí mismos y muy alegremente—, “del segundo mundo”.

Para entonces, la vieja noción de que la crítica servía para juzgar algo cayó en desuso, reforzándose la teoría kantiana de los procesos intuitivos inherentes a la sensibilidad y de los procesos discursivos inherentes al entendimiento.

Desde luego, los arrastres del hippismo —que de contracultura a mediados de esa misma década se convirtió en cultura a finales de la misma— ayudaron en el surgimiento del posestructuralismo, encabezado por Derrida, Deleuze y Julia Kristeva. En 1966, Jacques Derrida presentó su famosa conferencia “Estructura, signo y juego en las ciencias humanas”, en la Universidad John Hopkins (La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences humaines).

Esta conferencia se convirtió en un verdadero manifiesto y las reglas del juego para los enfoques críticos variaron sustancialmente.

El propio Foucault pronunció una conferencia en la Escuela Francesa de Filosofía, en el mes de mayo de 1978, doce años después de la presentada por Derrida, donde —y un poco alejado del estructuralismo— se planteaba la misma pregunta que me había formulado el campesino en Constanza (¿qué es la crítica?), en donde planteaba la búsqueda de definiciones para esta actividad.

La pregunta de Foucault ya había sido planteada por Habermas, Raymond Williams y decenas de otros pensadores.

Al unir las preguntas del campesino con las conferencias de Derrida y Foucault, arribé a la conclusión de que el ejercicio de la crítica en el país no había sido ejercido como tal, encaminándome entonces hacia los cuatro elementos básicos que el intérprete del texto debía tener en cuenta (lo didáctico, lo dialéctico, lo crítico y lo erístico), que había señalado Aristóteles en las Refutaciones, y expresé en un artículo publicado en la columna dominical que tenía en el diario La Noticia, (Lectura del domingo, mayo de 1982), lo que para muchos fue un atrevimiento, señalando que el ejercicio de la crítica en la República Dominicana adolecía del conocimiento de la teoría literaria. Lo que expresé en aquel artículo motivó hacia mí odios y rencores que, en menor medida, aún perduran.

El Nacional

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